La apertura de un nuevo ciclo político en Europa ha traído vientos que no han soplado a favor de Alemania. Primero fue un paquete de inversión que no prioriza, luego una flexibilidad adicional para las reglas fiscales europeas que le disgusta, y finalmente la compra de bonos del Banco Central Europeo (BCE) a la que se opuso.
La gota que colma el vaso para Berlín ha llegado con la extensión de la ayuda a Grecia, que expira a finales de este mes. Tras días de tiras y aflojas, el gobierno griego finalmente solicitó ayer una ampliación de seis meses del rescate de 240.000 millones de euros.
La intensa ronda de contactos al más alto nivel; el empeoramiento de las finanzas griegas (algunas estimaciones señalan a que se podría quedar sin fondos en menos de un mes); la montaña descomunal de vencimientos este año (17.000 millones de euros), y el riesgo de que el BCE corte el grifo a los bancos griegos empujó al Gobierno de Alexis Tsipras finalmente a pasar por el aro, a riesgo de tener que poner en cuarentena sus promesas electorales (no al programa y no a la troika).
Sin embargo, a pesar del paso de Grecia, Alemania no se da por satisfecha. Berlín, que ve en Atenas la representación de todos los males de la eurozona, dijo ayer que «no es una propuesta sustantiva». El portavoz del ministerio de Finanzas señaló en un comunicado que la solicitud de ampliación «busca un préstamo puente sin reunir las condiciones del programa».
«Un caballo de Troya»
En este contexto se reunirá hoy el Eurogrupo, con la intención de discutir si da luz verde a la extensión, antes de que Grecia se quede la semana que viene a la intemperie de los mercados. Pero Alemania ya ha avanzado el contundente mensaje que traerá al encuentro de los ministros de Finanzas del euro. Berlín argumentó en un documento diplomático filtrado que la solicitud de Atenas «no incluye compromisos claros para concluir exitosamente el programa actual» y, más bien, «representa un caballo de Troya».
El Ejecutivo de Angela Merkel no traga con la formulación griega, que busca acomodar sus promesas electorales en el programa de rescate actual con el que prometió romper, el llamado memorándum de entendimiento.
Atenas solicita una extensión del acuerdo maestro de la facilidad de la asistencia financiera, el barroco nombre del préstamo europeo dado a través del fondo de rescate europeo. Es la misma terminología usada por el anterior Ejecutivo conservador heleno cuando solicitó una primera ampliación en diciembre. De esta manera, Tsipras consigue una fórmula para sortear «la solicitud de extensión del programa» y sus condiciones, que le piden los duros, pero que provocaría la protesta del ala más radical de su coalición y el desengaño de sus votantes.
Más allá del embrollo terminológico, el factor decisivo que inclinará la decisión del Eurogrupo será el compromiso de Atenas para cumplir con las condiciones del programa aún en vigor, con numerosas reformas dolorosas que todavía están pendientes en el campo fiscal, del mercado laboral y pensiones. Y aunque aquí Tsipras parece haber movido ficha finalmente, el Gobierno alemán no lo considera suficiente.
El líder griego promete a sus acreedores que «cualquier nueva medida estará totalmente financiada, al tiempo que se abstendrá de tomar acciones unilaterales que minen los objetivos fiscales, la recuperación económica y la estabilidad financiera». Más aún, a pesar de que Tsipras y su ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, han repetido que la línea roja será no tragar más austeridad, la carta se compromete a una «conclusión y revisión exitosa del programa» eso si, haciendo «el mejor uso de la flexibilidad del acuerdo actual».
División en la eurozona
A pesar de la oposición germana, el paso dado por Atenas fue apreciado en Bruselas. El presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker ve esta petición como «una señal positiva» que «podría preparar el camino para un compromiso razonable en el interés de la estabilidad financiera de la eurozona», dijo su portavoz, Margaritis Schinas. Fuentes comunitarias subrayaron el progreso logrado en los últimos días al haber logrado sacar a Tsipras de su enrocamiento.
Otros socios que han tenido una posición dura en la negociación en días pasados, como España, también se mostraron receptivos. El ministro de Economía, Luis de Guindos, dijo este jueves que llegará al Eurogrupo de este viernes con una posición «abierta y constructiva». Eso sí, volvió a repetir que Atenas deberá respetar las «reglas y las líneas rojas». Italia y Francia, en batalla abierta contra la austeridad en los últimos meses, también recibieron el paso griego como una señal «muy alentadora», según dijo el primer ministro francés, Manuel Valls.
Además, Tsipras recibió este jueves el apoyo del presidente galo, François Hollande, durante una conversación telefónica en la que el mandatario francés aseguró que respaldará a Grecia en sus negociaciones con los socios de la eurozona, según señalaron fuentes del Ejecutivo heleno y recogió Efe. Según las mismas fuentes, también conversó con Angela Merkel durante 50 minutos «en un clima constructivo».
Alemania no esta totalmente sola, ya que Bélgica, Finlandia, Eslovaquia y los países Bálticos secundaron el escepticismo alemán, lo que anticipa un Eurogrupo dividido este viernes y una discusión larga bajo la presión del calendario. Varios parlamentos nacionales, incluidos el Bundestag alemán o el finlandés, tienen que dar el visto bueno al acuerdo de ampliación, lo que casi obliga a lograr un acuerdo este viernes.
Precisamente por la división en el seno del Eurogrupo, el sentimiento en Grecia es que no se negocia con Europa, sino sólo con Alemania. Y se responsabiliza a Berlín de que la palabra Grexit haya vuelto al debate cotidiano. No en vano, ya se apunta a un posible referéndum sobre la permanencia si las negociaciones fracasan.
Más allá de la extensión del programa actual, que al final terminará por salir cueste lo que le cueste a Tsipras ante sus urgentes necesidades, la firmeza del grupo que lidera Berlín presagia una dura discusión del nuevo programa, para lo que precisamente el líder de Syriza ha solicitado la extensión.
El Gobierno griego tiene su mirada puesta en este nuevo acuerdo para dejar su huella. Por eso, en la carta de solicitud de extensión sugiere una revisión de los objetivos fiscales para 2015 «que tengan en cuenta la situación económica actual», lo que permitiría eliminar dolorosos ajustes. La Comisión dejó la puerta abierta a un recorte del objetivo de superávit primario, lo que daría espacio para aligerar el ajuste heleno.
EL ECONOMISTA