(…) «No legitima para que gente que no ha puesto el dedo en la llaga cuando debía haberlo hecho, o que no se haya puesto a pie de la calle combatiendo a los ‘camisas pardas’ que pretendían secuestrar y limitar la democracia, ahora se ponga las medallas» (…)
Benemérita al Día (06/04/2015)
Cuando escribo estas líneas acaba de inaugurarse el Centro para la Memoria de las Víctimas del Terrorismo, es decir, de ETA y no de otra cosa.
He leído el informe de la Comisión de Expertos para poner en marcha dicho Centro y creo que está francamente bien. No tengo objeción alguna a esta iniciativa institucional para crear un museo, un centro de documentación e investigación, biblioteca, etc, sobre lo que ha pasado en el País Vasco y por extensión en el resto de España por la aberrante actuación de una gente que pretendió –y en parte lo ha logrado- secuestrar a la sociedad civil e imponer su dictadura particular. Me refiero a ETA-Batasuna y organizaciones satélites o mutantes, a los partidos nacionalistas que recogían las nueces y estimulaban la acción terrorista de una u otra forma, y a una parte muy sustantiva de la sociedad vasca que, o miraba para otro lado o aplaudía complaciente la extorsión, la persecución, el tiro en la nuca, o el amonal. Como en la época de los nazis del III Reich. Estoy leyendo los diarios de Victor Klemperer, filólogo y catedrático universitario judío, sobreviviente, y mutatis mutandis, salvadas las distancias de la intensidad y la cantidad.
Me parece bien que se hagan cosas así para que no se produzca la distorsión o la disolución de la memoria, cosa que pretenden los nacionalistas. Solo así se puede entender que el Sr. Urkullu, lehendakari de los vascos, es decir también mío aunque no me guste, dijera que había que meter en ese memorial también a las víctimas del 3 de marzo de 1976 en Vitoria, que es tanto como decir que hay que incorporar en el memorial a las víctimas de la Guerra de la Independencia –la de España contra los franceses, hay que aclararlo por si acaso- o las de la Guerra de Corea. También ha dicho mi lehendakari que hay que proteger a los presos de ETA. Se le ha olvidado que también podría hacérsele un homenaje al “Lute”, que sin duda se lo merece. En fin…, se ve que se ponen muy nerviosos con estas cosas pues pueden salir a relucir sus miserias y connivencias, en un momento en el que, afortunadamente, lo de ETA queda muy feo en el escenario vasco y en nuestra historia reciente, y ahora toca reciclarse y aparecer como resistentes de toda la vida a la opresión y el terrorismo. ¡Qué pena de sociedad, sorda, muda y ciega!
Hablando de resistencia, jode bastante –perdón por el exabrupto, pero es la palabra que mejores connotaciones da a mi estado de ánimo- que gente que no estaba en primera línea del frente contra ETA, ni en tercera ni en cuarta, ahora aparezca como experta en la cuestión. Y no me refiero en este caso a mi querido amigo Iñaki Ezkerra que ha dado muestras sobradas de valentía y pundonor en aquella época, poniéndose en la diana de los terroristas. Esto me recuerda a la transición democrática, cuando algunos corríamos delante de los grises, y algunas veces detrás porque nos sobrepasaban, y arriesgábamos el tipo para traer la democracia y las libertades a España, y luego aparecían los que estaban cómodamente asentados en el sistema viniéndonos con el cuento de que ellos también estaban allí. El otro día estaba leyendo un periódico en la Casa de Cultura de Vitoria y se me acercó un señor, desconocido para mí, que me dijo que mi abuelo Zacarías, al cual yo no llegué a conocer pues nací después de su muerte, era un carlista o requeté, que mató a un maestro republicano y no sé que más cosas, como si yo tuviera la culpa de las azañas del conde don Vela Ladrón de Guevara en el siglo XI. Ése, el del “chascarrillo”, seguro que no estaba en aquellas movilizaciones de la transición. Yo no le vi a él. En este paisito de orígenes carlistas siempre hay alguien al que le fastidia que tu hayas dado más muestras de coraje que él y te trata de situar donde nunca has estado, y ponerse en tu lugar.
Hombre…, a mi me extraña que en esa comisión de expertos no haya alguna víctima destacada, con cierto grado de entendimiento, que las hay y buenas. Me refiero, claro está, -lo digo por los “urkullus”- a las víctimas de ETA. No hay mejores expertos en materia de ETA que quienes han vivido negras vicisitudes de persecución y atentados, pues una víctima se ve obligada a analizar la perturbación mental de un colectivo o personas que son capaces de llevar a la tumba o al éxodo a quienes no piensan como ellos. Una víctima llega a plantearse que igual hay motivos para quien es capaz de asesinar, y hace el esfuerzo de ponerse en el lugar del asesino, cosa que no hacen otros, intentando comprender a las víctimas. Esa actitud mental hace que nadie mejor que las víctimas para analizar el problema. No hay nadie con más experiencia –palabra de la que viene la de “experto”- para saber de esta cuestión, aunque solamente sea por interés introspectivo.
El que haya una buena iniciativa con un buen resultado, con mucho dinero puesto para ello, no excusa que no hagamos esta reflexión. Como tampoco legitima para que gente que no ha puesto el dedo en la llaga cuando debía haberlo hecho por imperativos morales o cobardía, o que no se haya puesto a pie de la calle combatiendo a los “camisas pardas” que pretendían secuestrar y limitar la democracia, ahora se ponga las medallas. En este punto de las medallas, recuerdo que uno que fue ministro de Interior, de cuyo nombre no quiero acordarme, se puso a conceder medallas al mérito constitucional, dejando sin ellas a un reguero de gente que dejó todos los pelos en la gatera en su lucha ética contra ETA y contra el sistema que cobijaba a la Banda, mientras que las puso a quienes, por una rara habilidad que a mí nunca me ha adornado, se atribuían hazañas no realizadas pues jamás habían estado en el escenario donde se producía el cuerpo a cuerpo con las huestes proetarras. En este capítulo de azañas he de mencionar a mi buena amiga Gotxone Mora, entre otros a los que prefiero no citar para no tener el lapsus de dejarme a alguien. A Gotxone, cuando le habían exprimido suficientemente, le dejaron abandonada, como ya habían hecho con otros, como yo mismo.
Y es que, como dice mi mujer…
– Ernesto. Ni se te ocurra volver a la escena del crimen. No se sabe quién es más miserable, el que lo ha cometido o quienes observan el delito estando a la zaga a ver si pueden quitar la cartera al finado.
Y es que en esto hay muchos círculos concéntricos. Si no fuera por los requerimientos de la conciencia, no merece la pena nada. Hay más hijos de puta que piedras en el lecho de los ríos.