Allí, en el tanatorio, recordaba su mirada cuando le hicieron alguna de las muchas infamias que tuvo que soportar por ser honrado y valiente. Y lo imaginaba, como a Rodrigo Díaz de Vivar, siendo acosado, vilipendiado y de algún modo atracado:
De los sus ojos,
Tan fuertemente llorando,
Volvía la cabeza
Y los estaba contemplando.
Pero en su cara jamás anidó el odio, sino la pena de ver como la maldad y el egoísmo se apoderaban de España y dañaban a su querida Guardia Civil. El se limitaba a defender la justicia y la verdad, el honor y la lealtad, la bondad, el buen trato y el cariño para con todos. Y daba gracias a Dios, como Mío Cid, cuando se veía en apuros, gracias por vivir, gracias por tener una maravillosa familia y unos amigos que tanto lo queríamos y seguimos queriendo, gracias por la Fe, por la alegría de vivir y por el valor que Dios le había dado. Era su devoción por la Virgen María muy especial y allí estará ahora, con Ella, ante un Dios al que siempre fue fiel y al que siempre quiso, quien con una sonrisa le repetirá aquello de… “ven, bendito de mi Padre”:
¡Gracias a Ti, Señor Padre,
Que estás en todo lo alto!
¡Esto me han vuelto,
Mis enemigos malos!
Si, pero jamás dejó de querer a Dios.
Y es que Antonio tuvo la mala fortuna de tener que sufrir la ineptitud de muchos políticos en la gestión de la Guardia Civil, y parafraseando a Per Abat –el copista del Cantar de Mío Cid– podríamos decir aquella frase tan afortunada:
¡Dios qué buen vasallo,
Si tuviese buen señor!
Antonio siempre defendió el carácter militar de la Guardia Civil. Por eso defendía esa bellísima definición que Pedro Calderón de la Barca hizo de la milicia:
Aquí la más principal
hazaña es obedecer
y el modo cómo ha de ser
es ni pedir ni rehusar.
Aquí, en fin, la cortesía,
el buen trato, la verdad,
la firmeza, la lealtad,
el honor, la bizarría,
el crédito, la opinión,
la constancia, la paciencia,
la humildad y la obediencia,
fama, honor y vida son
caudal de pobres soldados;
que en buena o mala fortuna
la milicia no es más que una
religión de hombres honrados.
Pues eso era para Antonio la Guardia Civil. Eso y mucho más. La Benemérita era su vida, su razón de vivir. Por ello siempre fue muy devoto de la Virgen del Pilar, su gran Patrona:
Virgen Santa, Madre mía
luz hermosa, claro día
que nuestra querida tierra
te dignaste visitar.
Este pueblo que te añora,
de tu amor favor implora
y te aclama y te bendice
abrazado a tu Pilar.
Pilar sagrado, faro esplendente,
rico regalo de caridad.
Pilar bendito, trono de gloria,
tú a la victoria nos llevarás.
Canta, canta
himnos de honor y de alabanza
a la Virgen del Pilar.
Antonio no se ha ido. Está con nosotros de cinco formas distintas:
- En nuestro recuerdo de Él.
- En su herencia del Círculo Ahumada.
- En la Fe y su certeza de una vida eterna, que supo transmitir.
- En la sencillez y el cariño, que fueron siempre su guía.
- En la generosidad con que siempre demostró su calidad humana.
Y en muchas otras cosas más.
Antonio, no te has ido. Como diría San Agustín, estás en la habitación de al lado. Nos ves y oyes, aunque por impedimento físico no podamos verte ni oírte todavía. Pero tu quieres que te hablemos como si estuvieras presente.
Finalmente, puedes estar seguro de que Pepita, tu esposa, Aurora y Mónica, tus hijas, Rafa, tu hijo también por ser marido de Aurora, tus tres magníficos nietos y todos tus amigos te tenemos como referente de futuro, pues hemos aprendido muchas cosas de ti, siempre guiadas por el cariño.
No te olvidamos y no nos olvides desde esa habitación de al lado, que es el Cielo.
Francisco Hervás Maldonado
Amigo de mi inolvidable Antonio Mancera López