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Recientemente se ha aprobado la Ley Orgánica de derechos y deberes de los miembros de las Fuerzas Armadas.

Llevo tiempo dándole vueltas a eso de los derechos. Nunca pensé que en este oficio fuese necesario recordarlos. Los derechos van intrínsecos con los deberes cuando se asume que la más principal hazaña es obedecer y que el modo como ha de ser es ni pedir ni rehusar, síntesis perfecta de la entrega al deber, ley orgánica derivada de la constitución del estado de soldado, en definitiva estilo y forma de vida que se acepta como única manera de vivir la grandeza del oficio.

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De repente surge una ley, orgánica, llamada de derechos y deberes cuyas novedades más relevantes son la regulación del derecho de asociación, la creación del Consejo de Personal de las Fuerzas Armadas y la del Observatorio de la vida militar. Con la mejor voluntad del mundo y sin la más mínima ironía me surge la duda ¿será realmente una hazaña obedecer? Se suceden los interrogantes.

Siempre se ha confiado en el mando y para ello no ha habido a lo largo de nuestra vida militar más ley que hacerse querer y respetar, no disimular jamás las faltas de subordinación; infundir amor al servicio y mucha exactitud en el desempeño de las obligaciones; ser firme en el mando, graciable en lo que se pueda y comedido en la actitud y palabras aun cuando sancione o reprenda. Repito ¿será realmente una hazaña obedecer? Sentir el deber más que el derecho, sacrificar incluso éste si fuese necesario, forma parte del espíritu de soldado pero jamás formó parte del mismo la arbitrariedad o el sometimiento servil. Un soldado no vive exclusivamente por un salario, que gana con sangre, sudor y lágrimas, sino por el sustento moral que le lleva al sacrificio y que recibe de la sociedad a la que sirve y de las Instituciones que la gobiernan y dirigen. Ellos deben ser su ejemplo, apoyo y respaldo moral y, sin paternalismos, es su deber atender a los soldados y a sus familias con el reconocimiento económico y social que su misión demanda, sin recurrir a “las compensaciones por los servicios prestados”.

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Acabo de leer la carta que el Almirante Jefe del Estado Mayor de la Armada acaba de remitirle a la Subsecretaria de Defensa a raíz del recorte de prestaciones sanitarias que introduce el nuevo Concierto del Instituto Social de las Fuerzas Armadas con entidades de seguro para la asistencia sanitaria del año 2015. Supone una notable reducción de la cobertura de hospitales que prestan asistencia sanitaria y una importante disminución del cuadro médico disponible. El paso dado por el Almirante en defensa de sus hombres es ejemplarizante para todos y más en una profesión cuyos componentes todo lo sufren a pie quedo, bien o mal pagados. Todo lo sufren en cualquier asalto… ¿No habrá quien hable por ellos?

¿Ley de derechos y deberes? Desde el silencio que impone el deber, desde el Observatorio de la vida militar, desde el Consejo de Personal…¡Silencio! Desde el Ministerio de Defensa, ¡Silencio!

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El que asume la responsabilidad de la Administración militar debe tener muy presente que se compromete, al dirigir la política de Defensa, la de personal, a dirigir la de hombres para los que la principal hazaña es obedecer, sin pedir ni rehusar, por lo que su compromiso moral va más allá de unos votos o de una victoria electoral; un compromiso que exige asumir siempre la verdad y hablar con la verdad por delante. No todo el mundo está capacitado para ello, algo que también honradamente hay que asumir. Si no eres fiel en lo poco, si no sabes atender en lo doméstico no responderás en lo mucho.

El Almirante Jefe de la Armada española ha dado el primer paso. Veremos si al que le corresponde dar el paso definitivo, lo hace.

General de División Rafael Dávila Álvarez (R)