Para celebrar sus dos siglos y medio de existencia, el Palacio de la Capitanía General en La Coruña, acoge tres muestras que aúnan arte e historia.
Los edificios que más marcan la vida de una ciudad no siempre son aquellos monumentos históricos o puntos de obligada visita que ilustran invariablemente las guías turísticas de la ciudad en cuestión. Los que determinan el carácter de la urbe son aquellos que, sin llamar la atención, sin mayores estridencias, se convierten en el decorado natural de los momentos más importantes de la vida de sus ciudadanos.
Podríamos decir que el Palacio de la Capitanía General es uno de los que más han impregnado, a lo largo de las décadas, el aire de La Coruña. Desde 1753, cuando Fernando VI lo hizo construir con los impuestos recaudados de la venta del vino orensano, este edificio preside la plaza de la Constitución, encajonada entre la plaza de Azcárraga, la iglesia de Santiago y el paseo del Parrote, balcón privilegiado al mar.
Dos militares custodian la puerta que hoy es sede nacional de la Fuerza Logística Operativa, encargada de prestar apoyo a las unidades del Ejército español desplegadas en cualquier parte del mundo. No obstante, este palacio recibió su nombre de la función para la que fue construido: ser sede de la Capitanía Provincial, una suerte de delegación del Gobierno que había sido establecida en La Coruña ya por los Reyes Católicos. También acogió al embrión de la actual Audiencia Provincial, por lo que es fácil imaginar la enorme relevancia militar, política y judicial que tuvo en su día este inmueble.
No obstante, desde el exterior, el Palacio de Capitanía presenta un aspecto austero, casi espartano. La fachada representa el lado castrense, militar, de este edificio que cumple 250 años. Su interior, aunque sin excesivo boato, es el que lo hace merecedor del nombre «palacio». Desde el pasado día 2, los gallegos interesados por la historia tienen una magnífica excusa para perderse por los pasillos de Capitanía pues, para celebrar sus dos siglos y medio de vida, este edificio acoge nada menos que tres exposiciones.
Cuadros, miniaturas y sellos
La primera, que estará en La Coruña hasta el 31 de octubre, es una muestra de cuadros del barcelonés Augusto Ferrer Dalmau, considerado el mejor pintor de batallas de España. Sus telas dejan sentir el fragor de la lucha, la emoción de la despedida (el adiós a la amada en «El último beso» y el adiós a la tierra en «El último de Gibraltar», hoy de rabiosa actualidad) o simplemente el día a día castrense.
Para quienes prefieran vivir el Ejército en tres dimensiones, Capitanía acoge también una bien documentada colección de miniaturas de soldados españoles desde la primera guerra carlista hasta nuestros días, ataviados con uniformes de época.
Por último, el techo acristalado del patio del Palacio da cobijo a una amplia exposición numismática, compuesta por cartas, sellos y postales que abarcan desde la Galicia decimonónica hasta la Guerra del Golfo.
El Palacio de Capitanía deja así por un tiempo la dura vida castrense, y abre su corazón a los civiles, aquellos que, durante años y años de paseos por la Ciudad Vieja no vieron de este edificio más que los centinelas que guardaban sus históricos secretos.