Según el diccionario de la RAE, es la facultad de comprender y discernir claramente las cosas. Es decir, es una cualidad que, por lo que se ve, abunda en nuestro país. Pero hay algo raro en todo esto, cómo en el caso del bosque, también aquí, tanta claridad, nos impide ver el camino.
Nada que leamos algún artículo de opinión, oigamos alguna tertulia, o simplemente, pidamos una opinión de cualquier tema de actualidad, sorprende la claridad de las respuestas, la contundencia de las mismas y, sobre todo, la gran facilidad con que el personal encuentra la solución a los problemas. Es decir, lo tienen claro. Tal vez, demasiado.
El problema es que si el artículo, lo leemos, por ejemplo, en el País, la contundencia y la claridad del problema y, sobre todo, lo que habría que hacer para solucionarlo, está justo en la dirección opuesta a los que opinan en el Mundo, o ABC. Y si la tertulia es en una emisora determinada, lo que hay que hacer, es justo lo contrario de lo que se dice en la otra. Es decir, a una clarividencia, responde otra igual, pero en dirección opuesta. Ya empezamos.
Está muy de actualidad el comparar la actitud de nuestro Presidente, Sr. Rajoy, con la de un Capitán de un barco (no sé si tiene que ver algo el centenario del hundimiento del Titanic) que navega en medio de una tempestad por un océano infestado de tiburones ( de todas clases). Todos, por lo que podemos observar cada día, saben perfectamente lo que hay que hacer. Todos, menos él, según parece. También es mala suerte.
No cabe duda de que si, en aquella aciaga noche del 14 de Abril de 1912, el Capitán del Titanic , tan pronto le comunican que estaban a punto de chocar con un iceberg, dice una cosa tan sencilla como. «Todo a estribor», el resultado de aquella fatídica noche, hubiera sido totalmente distinto a lo que se produjo, por decir justamente lo contrario. «Todo a babor» , que hizo que el hielo entrara como una larga cuchilla en el costado derecho del buque. De la otra forma, el choque se hubiera producido en otro ángulo, casi de frente, con lo que los resultados serían totalmente diferentes, y hay que suponer, bastante mejores. (Vamos apuntarnos también a los que saben la solución de los problemas, faltaría más, aunque en este caso, a toro pasado, que así es más fácil)
Lo que me más sorprende cada día, es que la gente no duda. El que sabe que es mejor que gane Hollande en las elecciones francesas, no admite que tal vez sería mejor que lo hiciera Sarkozy El que sabe que es mejor que encuentren petróleo en Canarias (hasta ahora el tenerlo, era una bendición de Dios) no escucha a los que están seguros de que es una desgracia. No quiero mencionar temas como Monarquía, República, Religión, Educación, Aborto, etc. La división es total. Lo más penoso de todo ello es que, encima, la cosa va siempre por el camino del 50%.
Afortunadamente, cuando subimos a un barco, avión, o autobús, viajamos felices y contentos, confiando plenamente en quien lleva los mandos. ¿Por qué no confiamos plenamente en el Timonel que ha elegido la mayoría? Sabemos que en la vida, como en la carretera, no tenemos más remedio que tomar decisiones, pero bastante tenemos con tomar las adecuadas, cuando nos toque a nosotros llevar el timón.