Un puñado de caballos con jinete para cabalgar hacia la aventura o cocinitas con las que montar una merendola sirven para entretener a los niños más allá de los avances tecnológicos, los mismos juguetes que usaban los más pequeños de la dinastía nazarí y que ahora exhibe la Alhambra como pieza del mes.
Un juego de niños es un juego de niños, ahora y hace seis siglos. O al menos eso se desprende al comparar los caballos de Playmobil que han entretenido a decenas de generaciones con los hechos con cerámica que sirvieron de diversión para los infantes de la dinastía nazarí.
El Patronato de la Alhambra ofrece como pieza del mes de este julio una selección de juguetes del centenar que lucen en los fondos museísticos del monumento, una muestra con muñecas, caballos, silbatos y platos que recuerdan a la cacharrería con la que se entretiene cualquier niño en la actualidad, tecnología aparte.
El historiador del arte Alejandro Guillén, responsable de explicar cada sábado la forma de jugar de los niños nazarís, ha detallado que el modo de divertirse de los pequeños que pasaron por el monumento antes del siglo XV era muy similar a la de cualquier patio de recreo actual.
Y sexista. Los niños jugaban con caballos y emulaban las batallas y reconquistas que resonaban en las salas palaciegas de antaño, mientras las niñas se entretenían con cacharritos hechos a escala del ajuar que usaban sus madres en las cocinas.
«Los juguetes de la época se heredaban y pasaban de los hermanos mayores a los pequeños, o de padres a hijos, y aunque eran simples, servían para entretener como ocurre ahora», ha apuntado Guillén.
Igual que puede pasar ahora con un minions o con una consola, el juguete estrella entonces eran los caballos, con o sin jinete, de los que se conserva una amplia colección y que se elaboraban con cerámica, aunque decorados de manera diferente en función de la «juguetería» o taller que los hiciera.
Para ellas, los platos, cocinitas y copas elaborados a imagen y semejanza de los que se usaban en las cocinas alhambreñas eran el juguete más solicitado en una tradición persa parecida a los Reyes Magos actuales, y que marcaba regalar un juguete en los primeros días del año solar.
«Hasta que llegó el abuelo de Averroes, que prohibió regalar juguetes con figuras humanas para evitar que se idolatrase a otros seres», ha apuntado Guillén, momento en el que proliferaron facundillos y silbatos con figuras de animales que funcionaban con o sin agua y que imitaban sonidos de diferentes especies.
La exposición demuestra que lo de vestir y cuidar muñecas también viene de lejos, ya que se conserva aunque incompleta una figura mozárabe parecida a las afamadas «barriguitas», desnuda y asexuada para que las niñas pasaran su tardes de ocio.
«Eran juguetes pequeños para una primera infancia, como hasta los diez años, porque de ahí pasaban a una mayor actividad física, a espadas hechas de madera que no han superado el paso del tiempo», ha explicado el historiador de arte.
Guillén explica a los niños de ahora cómo jugaban los de entonces «y lo entiendes, ellos se divertirían también con esos juguetes, porque al final lo que cuenta es la imaginación».
Y así, sin pantallitas de colores, tecnología puntera ni sonidos estridentes, los niños nazarís lograban su diversión monumental.
ONE MAGAZINE