La imagen de Cristo, arrastrada en Mequinez -cuadro de Valdés Leal-
Ceuta, a lo largo de su historia, nos ofrece un sorprendentemente elevado número de victorias ganadas ‘a la defensiva’, algo que no es lo normal en las guerras. Con infinita paciencia, grandes fortificaciones y una gran guarnición, Ceuta venía soportando los periódicos asedios marroquíes, como, por ejemplo, el que empezó en 1694 y llegó hasta 1727.
Las acciones marroquíes contra las posesiones españolas oscilaban entre el simple bloqueo cortando toda comunicación –lo más grave era que impedían la llegada de alimentos frescos- y los bombardeos, como el que sufrió Melilla entre 1774 y 1775 y causó casi 100 muertos y más de 500 heridos entre los españoles, además de la ruina de muchos de sus edificios.
Estos ataques marroquíes ocurrían, en ocasiones, conjuntamente con los de otros enemigos de España, como en 1704, cuando, tras apoderarse de Gibraltar, la flota anglo-holandesa cañoneó e intentó desembarcar en Ceuta mientras los marroquíes atacaban por tierra.
Una de las posesiones menores era Larache, un punto de la costa oeste marroquí que fue ocupado por fuerzas españolas en 1610, con la misma finalidad de estas ocupaciones: privar a los piratas de una de sus bases y, a la vez, tener un puerto del que partir la navegación que protegiera nuestros barcos, en este caso de la ruta de las islas Canarias. Larache sufrió al menos cinco asedios hasta que tuvo que capitular el 6 de diciembre de 1689.
La Mámora, o San Miguel de Ultramar, era otra de las posiciones españolas de esa costa, había sido ocupada por tropas españolas en 1614. Como las otras guarniciones, fue atacada varias veces por los marroquíes; resistió diez asedios hasta que su lejanía, los costes y las dificultades de su sostenimiento menguaron la voluntad del gobierno de conservarla y se perdió el 30 de abril de 1681.
El Cristo
Como parte del botín, los marroquíes se apoderaron de una imagen de Cristo que pertenecía a la capilla que los Padres Capuchinos tenían en La Mámora. Tras exhibirla por diversos lugares y ultrajarla, fue rescatada por unos frailes, que pagaron una fuerte suma de dinero. Fue trasladada a Madrid donde, actualmente, bajo la advocación de Cristo de Medinaceli, congrega cada viernes -y en especial el primero de marzo- un extraordinario número de devotos que, desde varios días antes, aguardan en el exterior para poder venerarla.
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