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Un granadino de la primera promoción de la Guardia Civil de Tráfico y otro en servicio recorren la historia de laagrupación, que cumple 50 años

Cuando José llegó a Granada conduciendo la mítica Sanglas 350 las carreteras todavía eran de adoquines. La moto patinaba por aquellos caminos y recuerda que se echaba a los arcenes para no caer al suelo más de lo preciso. José Rico Ruiz formó parte de la primera promoción de agentes de la Guardia Civil de Tráfico, una unidad de pilotos seleccionados por tener carné de conducir y conocimientos de mecánica. Eran un grupo de veinte hombres, veinte pioneros, que dieron origen a una de las agrupaciones más clásicas de los Cuerpos de Seguridad del Estado que cumple ahora cincuenta años. Medio siglo desde que a José le rellenaron la ficha de ingreso en el cuerpo que muestra orgulloso. Cincuenta años viendo cambiar un país, a sus gentes, sus carreteras…

Citamos a José (Granada, 1935) en la comandancia de Granada en la que pasó sus últimos años de servicio activo. Llega con un fajo de fotos antiguas en la mano y con la cabeza llena de recuerdos. En las dependencias granadinas conoce a Alberto Martínez Asín (Navarra, 1979) que lleva dos años en la agrupación de Tráfico. Ambos se declaran ‘polillas’ entre risas, lo que significa que son «hijos, hermanos y nietos del Cuerpo, los que pasan por la escuela de guardias jóvenes». Y en pocos minutos ya están intercambiando preguntas sobre su trabajo, cómo era y cómo es la vida de un guardia civil de Tráfico.

Aquella 400

José recita casi de corrido todos los modelos de motos que ha usado en sus treinta y cinco años de servicio. «La primera fue la Sanglas 350, después pasamos a una BMW R27, que duró poco tiempo y que era mucho más cara. Luego vino la Sanglas 400, que usamos durante un montón de años, hasta el 84…». Con esos modelos recorrió la carretera de Extremadura los dos primeros años que pasó en Madrid, entre 1959 y 1961. Después vino a Granada, donde empezó a recorrer la N-323, la N-342, o la N-432, las mismas que recorre ahora Alberto.

José mira con una sonrisa de orgullo a Alberto, enfundado en un moderno traje de motorista con las mejores protecciones. El joven lo invita al segundo a dar un paseo en moto: «Uf, yo ya no me atrevo; si cuando os veo en esas máquinas me dan miedo», dice el veterano entre risas. Las cosas han cambiado mucho en estos años. Los uniformes que llevan ahora los agentes de Tráfico son de materiales flexibles y aislantes. Caderas, hombros o espalda están reforzados para que no sufran los guardias si acaban en el suelo. «Antes, cuando subíamos a la sierra con las chaquetas de cuero, nos metíamos periódicos para soportar el frío y una vez arriba rompíamos las placas de hielo que se formaban en el pecho dándoles golpes con la culata de la pistola».

Frío siguen pasando los agentes, pero ahora, sin duda han mejorado las condiciones. José le muestra a Alberto el primer casco que usaron aquellos motoristas, de media esfera y con orejeras de cuero. Nada que ver con el actual, que pesa unos dos kilos y protege la cabeza por completo. Algo parecido ocurre, por ejemplo, con los equipos de radio. Antes llevaban dos pesadas petacas, una como batería y la otra para transmitir. Las radio que usan hoy son como un teléfono móvil. Y por supuesto, a la hora de multar, la nuevas tecnologías ayudan. «Antes había un coche con un sistema para hacer fotos si se superaba la velocidad límite, pero de un carrete de 36 sólo servían ocho o diez», recuerda José. Ahora se fotografían coches a 200 kilómetros por hora.

De la lista de motos que han ido pasando por el cuerpo hubo un modelo que marcó un punto de inflexión. «Cuando nos trajeron la BMW K75 nos daba pena sacarla a la carretera. Había compañeros que se pasaban el día limpiando la máquina, estábamos alucinados con esa moto», recuerda José. Cuando llegaron los coches a la unidad, eran un bien escaso: «Tuvimos unos Renault 10 que eran muy peligrosos porque corrían mucho. Después, el ‘dos caballos’ y posteriormente casi todos eran Seat. Pero los coches sólo salían los días 5, 15 y 25 de cada mes. Y si querías coger coche en el servicio tenías que llegar una hora antes del turno». Pero hasta que llegaron los cuatro ruedas, patrullaban en moto «incluso con medio metro de nieve». No hay más que ver las fotos que nos trae.

Cinco décadas después del nacimiento de esta sección de Tráfico, las motos siguen siendo la herramienta principal de trabajo de esta agrupación. «Aunque alguien piense que nos pasamos el día sentados, son ocho horas de tensión constante y una media de 250 kilómetros al día, llueva, truene o haga un calor sofocante», apunta Alberto.

El joven, escuchando las innumerables anécdotas de José, apunta que la sensación es que en los primeros años se les tenía más respeto a los guardias de Tráfico. «Es que antes estábamos solos en la carretera -recuerda José-. No había ambulancias ni por supuesto helicópteros y la primera actuación tras un accidente siempre era de la Guardia Civil». Alberto responde que a pesar de algún incidente aislado con algún conductor que no quiere recibir una multa, normalmente los ciudadanos se sienten más seguros cuando llega un agente de la Guardia Civil. «Y llegan muchas cartas de agradecimiento», apunta Alberto.

La Guardia Civil de Tráfico podrá celebrar su medio siglo de vida con una reducción en el número de víctimas mortales, uno de los objetivos que siempre ha guiado a este cuerpo. Un buen dato, teniendo en cuenta que el parque automovilístico en 1959 en España era de 859.152 vehículos frente a los 31 millones registrados en 2009. Es más, hace medio siglo circulaban en nuestro país más coches de caballos que vehículos a motor.

Lo que no ha cambiado es que la velocidad sigue siendo la principal causa de accidentes. Eso, y las parejas de la Guardia Civil, que siguen recorriendo una y otra vez las carreteras españolas.

M. VICTORIA COBO -GRANADA

EL IDEAL