santuario

EL SANTUARIO DE LA VIRGEN DE LA CABEZA

Por Francisco Calzado Gómez (*)

Introducción

Miguel de Cervantes, en su novela “Los trabajos de Persiles y Segismunda”, se refiere así a la romería y al santuario de la Virgen de la Cabeza:

“…me entretendré en la Santa Verónica de Jaén, hasta hacer tiempo de que llegue el último domingo de abril, en cuyo día se celebra en las entrañas de Sierra Morena, tres leguas de la ciudad de Andújar, la fiesta de nuestra Señora de la Cabeza; que es una de las fiestas que, en todo lo descubierto de la tierra se celebra tal, según he oído decir, que ni las pasadas fiestas de la gentilidad, a quien imita la Monda de Talavera, no le han hecho ni pueden hacer ventaja. Bien quisiera yo, si fuera posible, sacarla de la imaginación donde la tengo fija y pintárosla con palabras y ponerla delante de la vista, para que, comprendiéndola, viérades la mucha razón que tengo en alabárosla, pero ésta es carga para otro ingenio no estrecho como el mío.

                En el rico palacio de Madrid, morada de los Reyes, en una galería, está retratada esta fiesta con la puntualidad posible. Allí está el monte o, por mejor decir, peñasco, en cuya cima está el santuario que deposita en sí una Santa imagen llamada de la Cabeza, que tomó el nombre de la peña donde habita, que antiguamente se llamó Cabezo, por estar en la mitad de un llano libre y desembarazado, sólo y sereno de otros montes y peñascos que le rodean; cuya altura será de hasta un cuarto de legua y cuyo circuito debe ser poco más de media.

                En este espacioso y ameno sitio, tiene su asiento siempre verde y apacible por el rumor que le comunican las aguas del río Jándula que, de paso, como en reverencia, le besa las faldas.

                El lugar, la peña, la Imagen, los milagros, la infinita gente que acude de cerca y de lejos, el solemne día que he dicho, la hacen famosa en el mundo y célebre en España, sobre cuantos lugares las más extendidas memorias se acuerdan”.

Estamos, pues, ante un templo mariano del que hay que destacar como aspectos fundamentales: la situación geográfica, en el corazón de la Sierra Morena de Andújar (Jaén), su remota historia, enriquecida con la importancia que ha adquirido a través de los siglos, la eclosión, fervorosa y colorista, de su romería de abril y, sobre todo, el constituir un centro de constante peregrinación, con afluencia masiva de devotos durante todo el año, especialmente en las vísperas y días festivos, con notable incremento en los meses de primavera, verano y otoño. Y es que La Morenita atrae y subyuga, acoge las plegarias, las efusiones de amor y gratitud, que vienen siendo una constante desde el verano de 1227 en que se registró el memorable hecho al que nos referiremos en su lugar.(1)

                Por otra parte, la labor de los Padres Trinitarios, traducida en una pastoral de acogida y atención entrañables, convierte al histórico templo serrano en un foco de espiritualidad que irradia sus beneficiosos efectos no solamente a los habitantes de la región andaluza, sino a todos los que, desde los distintos puntos de España y aún allende nuestras fronteras, experimentan el sentir mariano en lo más hondo de su corazón.

                Se ha dicho siempre que la fe se sublimiza con la altura, ante el bello espectáculo de la naturaleza, que ofrece la sierra en todas sus vertientes; el matorral, el bosque mediterráneo, los moradores del monte, las emociones de la cacería, la vivencia en suma ante los paisajes y encrucijadas que ofrece al viajero o peregrino, despertando en los sentidos efusiones larvadas que encuentran amplio eco en los entresijos del alma. Cuando un poeta llamó a esta serranía “gloria de las sierras” no hizo más que enunciar cuanto sus parajes encierran de canto a la Creación.

Situación

                El santuario está situado al norte de la ciudad de Andújar (Jaén), a una distancia de 32 kilómetros, en la carretera que, desde dicha población, conduce a Puertollano y que parte del km. 321 de la autovía de Andalucía, desviación Andújar-Este.

                Su altitud es de 686 metros sobre el nivel del mar. Otras vías de acceso las constituyen algunos de los itinerarios forestales mantenidos por el Instituto Nacional para la Conservación de la Naturaleza (ICONA), una carretera, de reciente construcción que, desde El Centenillo, enlaza con la que conduce al pantano del Jándula, vulgarmente llamado de La Lancha, en la dehesa Los Escoriales y que conecta con la ya citada de Andújar-Puertollano, en el paraje denominado Viñas de Peñallana. Hay un camino de herradura que es el que se utiliza, para subir a caballo, en la romería de abril, de unos 20 kilómetros. Se le conoce con el nombre de Camino viejo, por ser, posiblemente, el primero que existió y que utilizarían quienes subieron al cerro del Cabezo, tras el prodigio de la noche del 12 de Agosto de 1227. Se trata de un sendero muy pintoresco, sobre el que es preciso detenerse un poco, ya que, a pié, o en caballería, recorrerlo constituye una experiencia inolvidable.

                Parte de la zona norte de Andújar, más allá de La Pontanilla y está debidamente señalizado. Ancho es sus primeros kilómetros, que cruzan una amplia y feraz zona de regadíos, se va estrechando cuando llega a las estribaciones de la sierra y describe un zigzagueante trazado, por cañadas, laderas y cimas, adentrándose en la dehesa Los Cerrillos, hasta llegar a las alturas de San Ginés, ya en el pago de La Alcaparrosa. Sigue una leve altiplanicie, de la que se desciende hacia el valle del Jándula, hasta el puente de Lugar Nuevo, amena pradera, rodeada de bosque, que constituye una acampada excelente.

                Siguiendo la ruta, otra llanura, no muy extensa y, en seguida, la zona más pintoresca y abrupta, hasta llegar a Los Caracolillos, formados por pinas veredas, entre peñascos, encinas, pino y monte bajo, con alguna que otra fuentecilla o venero natural a flor de tierra.

                Caminar por este sendero, nos brinda un cúmulo de sensaciones imborrables y aunque, hacerlo a pie, es más molesto, se tiene una compensación gratísima porque cada encrucijada constituye un puesto de observación y de gozo, ante el magno panorama natural y serrano.

                Durante casi todo el año, lo recorren peregrinos que tienen prometido hacerlo así, algunas veces descalzos, y hasta llevando en brazos o a hombros al hijo o al familiar que venció una grave enfermedad u obtuvo algún otro favor de la Virgen. También se organizan peregrinaciones especiales, distintas a la romería, como la llamada romería chica, mediado el mes de mayo y las fiestas de las cofradías y peñas romeras.

                Hay fundadas razones para suponer que debieron utilizar este camino, para su visita al santuario, en sus respectivas épocas, San Francisco de Paula, San Juan Bautista de Ribera, San Juan de Ávila, San Juan Bautista de la Concepción, Beato Marcos Criado y el Beato José de Cádiz, entre otros.

La historia

                Fue Iliturgi una de las primeras sedes episcopales de la Hispania, donde inició su predicación San Eufrasio, uno de los siete varones apostólicos.(2)

                Es de suponer que el Cristianismo, por este motivo, debió alcanzar un destacado florecimiento del que sería reflejo, posteriormente, el grandioso templo mandado erigir por Sisebuto (siglo VII) del que, hasta el momento, no se han encontrado vestigios suficientes para establecer su localización. En éste o, en algún otro, debió recibir culto una pequeña imagen de la Virgen, perteneciente, al parecer, a la iconografía bizantina, a la que, después, cuando la invasión sarracena, ocultaron sus fieles en la sierra, para evitar su profanación, y donde permaneció oculta muchísimos años.

                Poco después de la reconquista de Andújar, por Fernando III el Santo, se produjo un hecho crucial: Un pastor natural de Colomera (Granada), llamado, según algunos historiadores muy posteriores, Juan Alonso Rivas, apacentaba su ganado, cabras y ovejas, en las alturas de la sierra cercanas a la cumbre del Cabezo. Vivía, como se dice en un poema, “a solas con el viento y con la altura”, correteando aquellos lugares en busca de las mejores praderas, de los refugios más seguros. Era cristiano sencillo y fervoroso, quizás algo entrado en años, y estaba aquejado de una anquilosis o paralización total del brazo izquierdo.

                Refieren o imaginan crónicas y leyendas que encontraba en la oración el aliento y compañía que le hacían más llevadera su dura existencia y sería, forzosamente, hombre de constantes soliloquios y, por inevitable necesidad, vigía permanente de las circunstancias que le rodeaban.

                Por ello, empezaron a llamar su atención las luminarias que divisaba, por las noches, sobre el monte cercano a donde tenía su hato y a las que se sumaba el tañido de una campana. Por su imaginación desfilarían conjeturas muy diversas sobre los motivos de estos fenómenos y, por descontado, que el miedo presidiría muchas de sus suposiciones, ya que, durante el día, nada acusaba vestigios de visiones tan sorprendentes… hasta que su paciencia llegó a ese límite lógico en que resulta preferible salir de la duda con todas sus consecuencias.

                Así lo decidió la noche del 12 de agosto de 1227 y, adoptando toda clase de precauciones, resolvió llegar a la cumbre. A su natural temor sucedió, de inmediato, una expresión de asombro y gozo, porque, en el hueco formado por dos enormes bloques de granito rosado, cubierto de maleza por todas partes, encontró lo que nunca pudo suponer, una imagen pequeña de la Virgen, ante cuya presencia se arrodilló el pastor, permaneciendo mucho tiempo en esta actitud de veneración.

                Años después, si damos crédito a la tradición, quedaría aclarado que se trataba de aquélla que habían ocultado allí los cristianos durante la dominación musulmana. La narración dice que el pastor rezó en voz alta y entabló un diálogo con la Señora. Esta le expresó su deseo de que allí se le levantara un templo, desde el que se obrarían portentos y maravillas, enviándolo a la ciudad, como heraldo de su mensaje, para que anunciara el acontecimiento y mostrara a todos la recuperación del movimiento de su brazo, antes paralizado, y de esta forma, dieran crédito a sus palabras.

                Juan permaneció allí hasta que alumbró el nuevo día, comprobando que no se trataba de ningún sueño ni alucinación puesto que la imagen permanecía en el mismo sitio. Bajó a la ciudad y anunció el suceso que, quienes le conocían de antes, no tuvieron más remedio que creer ante el testimonio de su brazo curado.

                Clérigos, capitanes, pueblo llano, todos cuantos pudieron hacerlo, le siguieron hasta el Cabezo en el que pudieron ver la imagen, descrita por Salcedo Olid (1677) en cuanto a que “su estatura (era) de siete dozavos de alto y de ancho, por cintura, una tercia…”

                Era de madera tallada y policromada y fue la que permaneció en el santuario hasta el final del asedio, el día 1 de mayo de 1937, o hasta días inmediatos a esta fecha, ignorándose la suerte que corriera después. Sin embargo, se conserva el manto que, según la tradición, la cubría en el momento de la “aparición”. Este hecho habría sucedido “Ocho años después de la reconquista de Andújar, a diez del reinado del rey Fernando III.” Se cree, por otra parte, que el rey Alfonso X, el Sabio, se refiere a la Virgen en su cantiga 348, aunque no lo hace bajo la advocación de la Cabeza, siendo Ambrosio de Morales el primer autor que la menciona con este nombre.

                Digamos, en el terreno de estas referencias históricas, que Alfonso XI, en su “Libro de la montería”, cita como “en la sierra de allende la foz del Xándula, es la sierra de Santa María, que está mas derecha del camino que va de Santa María a Malagón.” Por lo que se refiere a la iglesia o santuario que luego se edificó, dice el referido Ambrosio de Morales (“Antigüedad de las ciudades de España”) que “es frecuentada con mucha devoción por grandes milagros que allí se han sucedido.” Lope de Vega, en “La tragedia del rey D. Sebastián”, Calderón de la Barca, los Argensola y el poeta Villegas, entre otros, se ocuparon del tema en términos que denotan la importancia que tuvo en sus respectivas épocas.

                La imagen hallada milagrosamente por el pastor o aparecida como reza en el ánimo de los devotos de todos los tiempos, fue conducida a Andújar, en clamorosa procesión, por los vericuetos serranos. Hay una tradición oral según la cual y dada la lejanía del cerro del Cabezo, con la consiguiente dificultad de comunicaciones, intentaron entronizarla en términos más cercanos a la población: San Mancio, San Ginés y otro, posiblemente, en la finca hoy denominada “Lugar Nuevo”, añadiendo la leyenda que siempre desaparecía de ellos y era encontrada, nuevamente, en el lugar primitivo. Naturalmente que no hay una comprobación histórica. Dejemos a la interpretación de cada cual tan piadosa suposición.

                Según todos los indicios, las obras de construcción del santuario comenzaron en 1287 y terminaron en 1304. Sin embargo las ampliaciones y reformas han sido constantes a través de los tiempos, alcanzando su máximo esplendor, por lo que a estructura y dependencias se refiere, en el siglo XVI. A comienzos del XVIII (1707) finalizó otra ampliación a cargo del cantero Diego de Lorenzo, lo que constaba en una inscripción desaparecida durante el asedio. En ella se consignaba que los sillares de granito fueron izados “sin torno ni maroma”.

                Hay que consignar que no todas las obras lo fueron a base de utilizar el granito, sino que también se empleó el ladrillo rojo, trabado con argamasa, lo que pudimos apreciar, especialmente en el camarín de la Virgen, antes de que comenzara la reconstrucción.

                Tal y como se encontraba en 1936, consistía en una gran nave de traza románica, con bóveda de cañón, separada del presbiterio por la artística reja que describimos en otro lugar. Completaban la fábrica otras dependencias: para el Rector, sacerdotes y, a partir de 1930, religiosos de la Orden Trinitaria, y una incipiente hospedería para peregrinos, así como varias habitaciones y cocinas. El pórtico de entrada, al suroeste, rematado por una airosa espadaña, con tres huecos para sus correspondientes campanas y el balcón que un obispo mandó abrir para que en él se celebrara la santa misa de forma que pudieran asistir a ella todos los peregrinos, en el día de la romería.

                Una vez terminada la guerra civil, la dirección general de Regiones Devastadas a cuyo frente estaba D. José Moreno Torres, conde de Santa Marta de Babio y, después, alcalde de Madrid, persona muy vinculada a Andújar y que llegó a ser, en los años treinta, concejal de su Ayuntamiento, acometió la reconstrucción del santuario que terminó, prácticamente, en 1943. El director de las obras fue el arquitecto D. Francisco Prieto Moreno, conservador de la Alhambra de Granada.

                Se empleó la piedra noble, el granito, a base de sillares cuidadosamente labrados, respetándose, en líneas generales, el trazado primitivo, aunque aumentando las dimensiones en lo posible. Se le adosó una edificación que funcionó, hasta 1967, como Parador Nacional de Turismo y que hoy, lamentablemente, se encuentra en un estado de ruina casi total. Se abriga la esperanza de que, en más o menos breve plazo, se le dé a esta edificación un destino acorde con la importancia del santuario.(3)

                Como recuerdo del asedio, se han mantenido en el ala norte, parte de las ruinas, levantándose, también, un Vía Crucis cuya última estación está frente a la entrada de la cripta y señalizada por una gran cruz de hierro forjado.

                La Comunidad Trinitaria ha abordado dos nuevas ampliaciones. La primera, cuando ocupaba la rectoría fray Arturo Curiel Poza y que consistió en la elevación de la planta de saliente, construyéndose otro pabellón en la zona posterior del ala norte. Se completó así, de un modo armónico y funcional, toda la estructura del patio y claustro. La Comunidad no regateó esfuerzos para ello, habida cuenta de que todos los muros exteriores se levantaron con sillares de granito.

                La segunda fase fue promovida, en 1965, por el entonces Rector fray Andrés Rodríguez Borrego. Comprendió toda el ala norte, con tres plantas entre las que se alojan salón de actos, aulas, dormitorios y servicios, con una puerta de entrada para hacer más fácil el acceso de los devotos al camarín de la Virgen. La primera piedra de estas obras fue colocada por el obispo trinitario de la diócesis misionera de Tsiroanomandidy (Madagascar) fray Ángel Martínez Rivas, sencillo prelado que profesaba especial cariño al Santuario de Sierra Morena.

                En 1992, siendo Rector fray Jesús Herrera Martínez, la Comunidad ha completado una calzada que conduce a la cripta y a otras dependencias. Se añaden a ello otras obras de menor entidad que, poco a poco, contribuyen al embellecimiento del entorno.

NOTAS:

(1) Se refiere a la aparición de la Virgen al pastor de Colomera, Juan Alonso de Rivas, en la noche del 11 al 12 de agosto de 1227, y que Calzado Gómez trata en el capítulo V de su libro.

(2) El hecho de que, modernamente, se haya llegado a la conclusión de que Andújar no deviene de Iliturgi, sino de Isturgi, estimamos que no desvirtúa el hecho de que este primer obispo de Iliturgi evangelizara en la otra muy cercana población.

(3) En efecto, con fecha 11 de enero de 2007, este edificio fue cedido a la Orden Trinitaria, la cual lo ha convertido, tras una profunda reforma, en una moderna y funcional Hospedería de la que pueden disfrutar cuantos peregrinos se acercan al Santuario. La inauguración oficial de la misma tuvo lugar el 5 de diciembre de 2008.

(*) Francisco Calzado Gómez (1925-1994) fue cronista oficial de Andújar y desarrolló una prolífica labor en pro de la cultura de su pueblo. De su pluma salieron varias publicaciones relacionadas con la historia de Andújar, en general, y con la devoción a la Virgen de la Cabeza, en particular. Muchas de estas publicaciones se han ido revalorizando con el paso del tiempo. Cronológicamente hablando, el último libro que escribió se titula “La Virgen de la Cabeza y Sierra Morena”, y lo hizo por encargo de la Comunidad Trinitaria del Santuario. Francisco Calzado Gómez terminó este libro cuando ya se encontraba enfermo, pues, de hecho, la aparición de la obra y la muerte de su autor prácticamente coincidieron en el tiempo. Desde nuestro punto de vista, es uno de los mejores libros que aborda el tema de la devoción a la Virgen de la Cabeza, pues trata todos los aspectos de la misma, y lo hace de forma breve, aunque sin escatimar datos, y amena, de tal forma que, tras su lectura (apta para todas las personas), quien se ha asomado a sus páginas se puede formar una idea bastante exacta de lo que la Virgen de la Cabeza ha significado, y significa, para los cristianos, no sólo de la Diócesis de Jaén, de la que la Virgen de la Cabeza es patrona, sino de España entera. Del citado libro hemos copiado los dos primeros capítulos para dar a conocer el Santuario, a la vez que rendimos póstumo homenaje a quien tanto quiso a la Virgen de la Cabeza y tan buenas obras dejó escritas sobre la Reina de Sierra Morena.

http://santuario.info/index.htm