A lo largo de los próximos días reproduciremos una serie de artículos de nuestro colaborador Ángel Boya Balet. Ésta es la tercera entrega, esperamos que los disfruten.
La nación española fue marcada por ocho largos siglos en lucha contra los musulmanes poniendo de relieve lo que les distinguía de ellos: su religión. De modo que sus principios cristianos tradicionales se ratificaron. Por lo mismo durante la invasión francesa los españoles se enfrentaron a los invasores en defensa de su religión, de su libertad y de sus instituciones.
En escasos 30 años, tras la muerte del general Franco, ha conseguido su objetivo la masonería: España ha dejado de ser cristiana, (como precipitadamente creyó hace casi 100 años Manuel Azaña) sin que nadie se haya enterado. Ha cambiado la masonería el agua de la pecera sin que los peces lo observaran. Y lo ha conseguido paso a paso, como hizo en Francia, de manera sigilosa, sin declarar el objetivo: paganizar a los españoles y arrancarles simultáneamente su patriotismo. De modo que ya no tenemos ni patriotismo ni moral.
En general se difunden modelos que violando entre bromas y veras las normas de conducta que se derivan de Los Diez Mandamientos, potencian el relativismo moral, es decir la carencia de moral y la trivialización de la existencia de Dios. En este sentido se encuadran las habituales blasfemias sobre Jesucristo, las narraciones brutales sobre los santos y las historietas aberrantes referidas a los seres más sagrados. Por cobardía no insultan ni ridiculizan a Mahoma ni a su secta: el Islam, aunque sería muy fácil sin más que recordar por ejemplo el viaje de ida y vuelta de la Tierra a los Cielos hecho por Mahoma a lomos de una bestia alada, el buraq.
Es norma que los modelos a seguir que nos proponen las series televisivas y los medios de comunicación, instrumentos de la masonería, sean anticristianos: el matrimonio homosexual, el aborto, la adopción de hijos por parte de parejas homosexuales, la indecencia en el vestir de las mujeres (enseñando parte de los pechos, como si no fuesen órganos sexuales), la burla al cristianismo, la mujer marimacho de gestos y comportamiento varonil (objetivo masónico del ser andrógino, a imitación de su dios Baphomet, más conocido como Lucifer) etc. etc.
En eso exclusivamente consiste el progresismo de los que se autodenominan progres, en eso consiste la política progresista de izquierdas en destruir los principios éticos cristianos.
Es muy significativo que el secretario de derechos y libertades del PP: Iñaki Oyarzabal sea declaradamente homosexual, para que con la parcialidad deformada, por enferma, de su visión oriente al PP en esos temas tan cruciales.
Especial relieve tiene la persecución de la familia, núcleo articulador de la sociedad a través de mecanismos como el aberrante matrimonio homosexual, la no utilización del matrimonio como medio normal de convivencia entre un hombre y una mujer, la supresión del tradicional orden establecido de los apellidos de los hijos, el aborto, etc. etc.
Un paso avanzado ya en la descristianización de nuestras costumbres: la Educación para la Ciudanía con sus aviesas y desmoralizadoras enseñanzas que proponen a los estudiantes, entre otras aberraciones, las prácticas homo y heterosexuales para elegir la condición sexual más grata en función de las circunstancias.
Simultáneamente se potencia la inmigración musulmana para diluir la población cristiana y sus sentimientos de dignidad y libertad (hasta que llegue el momento de que la aniquile). Su religión les exige implantar por la fuerza el Islam.
Sin normas sin costumbres, no tenemos asidero, lo aceptamos y aceptaremos todo, porque sin ellas todo es mentira, todo vale, la verdad, el bien no existen. Es el objetivo de la masonería: un pueblo sumiso e inmoral.