Isabel Sansebastian222

La opinión de Isabel San Sebastián

Identidad

ABC – Día 23/09/2013

Los Urkullu, Mas o Junqueras de hoy han tenido excelentes maestros en la Europa de los años veinte y treinta del siglo pasado… que acabó como acabó.

¿QUIÉN soy? Para los que creemos incondicionalmente en el individuo, por encima del colectivo, la respuesta a esa pregunta requiere toda una vida de esfuerzo. Una tarea cotidiana de construcción interior, basada en la honestidad intelectual y el empeño de identificar a la persona que un día nos propusimos ser con la que vemos reflejada en el espejo. Un trabajo arduo que requiere claridad conceptual, fortaleza moral y voluntad; sobre todo voluntad de hierro.

Vivir es exactamente eso: moldearse una identidad propia a partir de circunstancias aleatorias. Crecer, darse forma, pulirse, singularizarse… La alternativa, sobre la que se asientan todas las ideologías totalitarias, incluidas algunas que siguen pasando por democráticas, es infinitamente más cómoda pero achica el horizonte vital en la misma medida en que reduce la fatiga. Es decir, proporciona un mullido colchón para la pereza, a cambio de lo cual únicamente exige renunciar a ser uno mismo e integrarse plácidamente en la masa acogedora. Una opción muy tentadora…

Para los que creemos incondicionalmente en el individuo como referente de la sociedad, o, dicho de otro modo, en una sociedad asentada en la convicción de que no existen «intereses colectivos» superiores a los de cada persona individualmente considerada, el nacionalismo es tan abominable en su esencia como el nazismo o el comunismo. Y lo es porque antepone la «tribu» a quienes la componen, aunque para lograrlo deba achatar sus perfiles hasta igualarlos a base de manipulación y mentiras. Lo es porque pretende sustituir nuestra posesión más sagrada, nuestro propio «yo», por una bandera, una lengua y a menudo un enemigo exterior meticulosamente definido con el fin de servir de chivo expiatorio y justificar el constante lamento victimista. Un propósito difícil de conseguir en tiempos de prosperidad y entre gentes acostumbradas a pensar por sí mismas, que se ve estimulado hasta el paroxismo, empero, cuando la crisis arrecia y la desesperación crea el caldo de cultivo adecuado para que arraigue la propaganda política sembrada a partir del «paraíso perdido». Nada nuevo bajo el sol. Está todo escrito en la Historia. Los Urkullu, Mas o Junqueras de hoy han tenido excelentes maestros en la Europa de los años veinte y treinta del siglo pasado… que acabó como acabó.

Para los que creemos incondicionalmente en el individuo la libertad es irrenunciable y empieza por el libre albedrío, por la distinción diáfana entre el ser y la circunstancia orteguiana. Yo fui niña, hija de mis padres, de ciudadanía española, según reza mi pasaporte. Hoy soy madre, periodista, escritora, devoradora de la vida, amiga de mis amigos, insaciablemente curiosa, inconformista, lectora impenitente, crítica, tozuda, escéptica, obstinadamente reacia a dejarme encasillar… Amo a mi patria por lo que es y sobre todo por lo que fue, pero ese amor no me define más que cualquiera de los atributos antes citados, sino que se suma a ellos para conformar una identidad que entiendo única e irrepetible, para bien y para mal. Una identidad que sigue en construcción desde lo más profundo de mi conciencia y que nunca ha dejado de evolucionar.

Es trabajoso llegar a ser uno mismo, aunque no se me ocurre aventura más apasionante. Ser libre conduce a menudo a la soledad, donde la reflexión encuentra un terreno propicio para abrirse paso entre la maleza del adoctrinamiento, produciendo efectos tan enriquecedores a nivel individual como inquietantes para el poder que aspira a gobernar los espíritus. Dentro de la jaula se vive más abrigado, la comida está servida y a uno le eximen de pensar. Ha vendido su alma al diablo.