Desde este momento damos la bienvenida a esta familia de Benemerita al Día, a nuestro nuevo colaborador D. Jose Angel Diéz Sequera, Jefe de Estudios del Real Colegio Universitario de los Agustinos de El Escorial. Como familiar del Cuerpo que es, su abuelo fue el famoso Cabo Sequera de la Guardia Civil, sabemos su cariño a la Institución y queremos agradecerle que quiera formar parte de este proyecto, con el cual pretendemos honrar a nuestra querida Guardia Civil. Gracias y bienvenido a tu casa.
Este es su primer articulo de opinión, esperamos que nos ilustre con muchos más.
Da que pensar:
El presidente del Círculo Ahumada de Amigos de la Guardia Civil, don Antonio Mancera, me ha invitado a escribir es este periódico, y aunque no tengo mérito alguno para hacerlo, es una oportunidad que no puedo dejar pasar para colaborar con todos los que aquí nos reunimos movidos por nuestro cariño al Cuerpo. Como les digo, no tengo grandes ideas que comunicar, no sé escribir bien, ni siquiera redactar con mediana fluidez y claridad, y por supuesto no tengo un nombre que atraiga lectores a este medio. Tan solo tengo el que comparto con ustedes ese cariño por la Guardia Civil, algún espíritu de servicio que me impulsa a velar por los demás y el deseo de ser cada día un poco mejor persona y de ayudar a otros a serlo. Y con esa escasa impedimenta voy a intentar estar en contacto periódico con ustedes, ofreciéndoles unos párrafos siempre que me sea posible, pues tengo que ganarme la vida y eso, como bien saben, lleva su tiempo. No les hablaré siempre de lo mismo porque nada conozco con la suficiente profundidad, así es que cada vez que escriba lo haré, es probable, sobre un asunto diferente. Eso sí, lo que diga serán las reflexiones de alguien que forma parte de eso que siempre se ha llamado «el pueblo llano», que no es lo mismo que lo que ahora llaman «la opinión pública», y que a menudo nadie sabe de donde ha salido, ni quién opina así. Permitánme que bautice a esta sección que el Sr. Mancera me ha ofrecido y que lo haga con el nombre de «Da que pensar», porque, eso sí, todos mis escrito, todas las reflexiones que contengan, estarán referidas a ocurrencias con las que convivimos y que no acaban de encajar, a cosas que dan que pensar. Sean benevolentes conmigo y vayamos con la primera, a esta, la vamos a titular «Da que pensar: la cuestión catalana»
Da que pensar: “La cuestión catalana”
Escribo estas lineas en la tarde noche del día 10 de septiembre de 2013, víspera del día en el que Cataluña celebra la Diada y que este año se desarrollará a través de un cúmulo de actos secesionistas. Como digo, es víspera de la Diada y no sé si esos actos secesionistas tendrán o no éxito, aunque estoy seguro de que sí lo tendrán. Cuando falleció el anterior jefe del Estado, el general Franco Bahamonde, y el Régimen se transformó desde dentro para dar paso a lo que conocimos como «Transición», y con ella al denominado Estado de las autonomías, yo era muy joven y aún no tenía una cabeza lo suficientemente madura como para analizar con el debido rigor lo que sucedía a mi alrededor. No tenía madurez de criterio, pero sí memoria. Y la memoria me dice que en los casi cuarenta años transcurridos he conocido muchas cosas que han promovido una creciente diferenciación entre los catalanes y el resto de los españoles, pero no recuerdo una sola que promoviera lo contrario. A la fuerza centrífuga separatista nunca se le ha opuesto una fuerza centrípeta que la compensara. Desde muchas instancias, la clase dirigente catalana ha ido sembrando, con paciencia y acierto, las semillas que nos han llevado a la situación actual, al disgusto por lo «español»por considerarlo agresor. Así hemos llegado hasta hoy, donde el método revolucionario más básico, las consignas mil veces repetidas, han calado en muchas de aquellas gentes hasta convertirse en dogmas de fe en su interior. Pero también ha ocurrido lo mismo entre no pocos compatriotas del resto de España, entre los que cada día es más frecuente oír «que se vayan y nos dejen en paz». La verdad existe, pero no es importante, lo importante es lo que la gente percibe, cree, aunque no sea lo cierto. Frente a ello, ¿puede alguno de ustedes decirme que acciones se han llevado a cabo por las clases dirigentes para recordarle a los catalanes que todos conformamos esta hermosa casa que es España?. Pienso que la dejadez que en ese sentido han mostrado los sucesivos gobiernos de España, incluso permitiendo que se incumpla la ley, no puede ser casual, sino responder a una estrategia bien trazada desde hace tiempo. Hoy, todos los españoles de bien sabemos que la segunda vez que un dirigente nacionalista, en Cataluña o en Castilla, dijo algo contrario a la ley, las autoridades nacionales debieron enviar a la Guardia Civil a conducirle ante el juez y luego a presidio, si procedía, e inhabilitarle de por vida. Y si su sucesor hubiera hecho lo mismo, pues igual, al juez e inhabilitado, y hubiéramos visto como el tercero se lo hubiera pensado mucho antes de arriesgarse a perder la mamadera del cargo público. Pero no se hizo así, por dejadez o estrategia, y ahora estamos donde estamos.
Los españoles parecemos una familia mal avenida en la que los malentendios, las rencillas y las envidias se han transformado en grandes ofensas sangrantes. Una familia mal avenida en en la que las nuevas generaciones, los primos más jóvenes, han sido educados para profundizar las diferencias de sus padres y no lo contrario. Qué pena me da cuando, para justificar su secesionismo, los nacionalistas recurren a la cuestión económica, con razón o sin ella. Qué pena me da cuando los gobiernos de España son tan torpes como para caer en esa trampa y responder que compartiendo casa la vida les saldrá más barata y vivirán mejor. Otra vez la cuestión económica. ¿Es que nadie se da cuenta de que cuando el hermano airado se va de la casa familiar dando un portazo no se le retine con dinero?. cuando los ánimos, el orgullo, se han exaltado, el dinero ya no vale. De hecho, no hay que retener a nadie, es el cariño familiar, la llamada de la sangre común, las vivencias compartidas, las que deben hacer que uno no deje, no quiera dejar, la casa común familiar. Pero claro, han faltado esas madres de miras amplias y sentimiento maternal profundo, que saben sembrar en sus vástagos el cariño a los hermanos, a los primos.
A estas alturas sólo espero que no haya nadie, uniformado o civil, que cometa la estupidez de blandir un arma para intentar impedir lo que todos vemos venir porque nadie lo ha remediado a tiempo. Impedir que quien se siente diferente de sus hermanos y ya no quiere compartir la casa con ellos, se vaya del hogar, no merece una gota de sangre española; como tampoco merece una gota de sangre catalana -y, por tanto, de nuevo española- salir y abandonar esa casa común. Además, el pueblo catalán no es el culpable de esto, lo es nuestra clase dirigente y es a ella a la que hay que pedir responsabilidad y correr a collejas y tobitas en las orejas. ¡Qué pena, Señor!, porque todos, todos, vamos a perder, ya lo veremos.
Lo dicho, cuarenta años de fuerza centrífuga separatista a la que no se ha opuesto fuerza centrípeta alguna, llevan a esto. Lo siento por aquellos españoles, catalanes y no, que teniendo su vida allí, se sienten españoles y ven que su «madre patria» se retira poco a poco y les deja sin amparo. Pero nuestra historia nos muestra que España pocas veces ha sido buena madre.
Y los vascos, listos ellos, a la espera de que los catalanes les desbrocen el camino: que todo les sale bien, por ese mismo hueco me meto yo; que no, pues las tobas y collejas que se las den a ellos, que a mí me da risa…
Hermanos enfrentados hermanos, y nadie hace nada. Da que pensar.