Continuación al articulo del colaborador de Benemerita al Dia Angel R Boya Bonet, «LA MAL LLAMADA LENGUA CATALANA»
Es sorprendente la compulsión con la que un importantísimo porcentaje de la población catalana de toda clase social, sexo, confesión y profesión se expresa en lo que ellos llaman “catalán”.
Para esa población expresarse en esa lengua más que un placer y una costumbre, es otra cosa: es un deber, un mandato y como tal, imperativo.
Ese mandato es una instrucción que se dictó hace tiempo por los líderes nacionalistas y que con frecuencia la repiten en los medios de comunicación para recordar a la población que sigue vigente, que la deben obedecer e intensificar.
Como toda norma para serlo, ya lo confirmó Hans Kelsen, debe conllevar una sanción y si no la conlleva no es una norma.
En este caso la sanción tiene una doble vertiente. Si se sigue la norma, la sanción tiene un premio, algo gratificante y si no se sigue, un castigo, una penalización.
Dicho esto, vamos a especificar cuál es la norma a la que nos estamos refiriendo.
Es ésta:
“Hablando catalán se es un buen catalán y además se da vida a la nación catalana”, es decir, se crea Cataluña.
En sentido contrario si no hablan compulsivamente “su lengua” no sólo no son buenos ciudadanos, sino que dificultan el nacimiento de esa “nación”. Con la correspondiente responsabilidad ante la Historia.
Se comprende así la compulsión de hablar “dicha lengua”. La responsabilidad de ser un buen ciudadano es algo que no se puede obviar. Menos aún si el riesgo es el de ser tildado de anti …..
El paroxismo de la sanción se alcanza si por no hablar en “esa lengua” se pone en riesgo la existencia de la “nación”. El mayor premio para un buen ciudadano es dar vida a su nación. Se entra en ese caso en situaciones rayanas con el sentimiento de la divinidad y el placer de la creación. Se entra en un mundo místico y trascendente.
¿Qué entiendo por hablar compulsivamente catalán? Pondré un ejemplo.
Si hay un grupo de cuatro o cinco personas/personos (diría nuestra Bibiana) de las que algunas/os sólo hablan español y otras hablan el español además de “su idioma”, la conversación global se puede realizar en español. No siempre, de todo hay.
Sin embargo si dos o más de estos “plurilingües” hacen un subgrupo, inevitablemente dejan de hablar en español para hacerlo en “su idioma”. Es decir, están pendientes obsesivamente, compulsivamente de encontrar una ocasión para demostrar que son buenos ciudadanos.
Por otra parte cada uno del subgrupo se preocupará por ser el primero en hablar en “su lengua identitaria” para que no se pueda dudar de su honorabilidad y bonhomía. Con lo que la obsesión se refuerza.
En este caso se trata de hablar “la lengua identitaria” y además se trata también de procurar ser la primera/o en iniciar la conversación en “el idioma propio”.
La conversación en esos dialectos, llamados “catalán” les lleva a sentirse «una nación» y a desear perseguir a España, a los españoles y sobre todo a «el español».
Con el comportamiento descrito dejan clara también su voluntad de ser distintos. Distintos de los españoles. Es decir que no quieren ser como los españoles, españoles.
Asumir que por no hablar compulsivamente el dialecto local se es un mal ciudadano o que se dificulta la supervivencia de “su nación” (algo que por otra parte no existe) es sencillamente una paranoia.
De donde se deduce que el mayor enemigo de los catalanes es «el catalán» porque el nivel de sufrimiento de la población, que así se comporta, es superior al normal, dado que tienen una fuente suplementaria de estrés.
Por suerte o por desgracia este comportamiento ha calado muy hondo en la población de esa región y no es de esperar que vaya a menos, sino al revés, puesto que cada vez es mayor el número de personas que se doblegan a la inmersión lingüística y ceden a la mística de creer que crean Cataluña.
Es muy duro para los nacionalistas saber que en español hablamos más de cuatrocientos millones de persones «en el ancho mundo» y entre los diferentes dialectos de Catalunya no se llega a dos millones.