francisco hervas maldonado

Francisco Hervás Maldonado

Articulo de Opinión de nuestro colaborador habitual en Benemérita al Día, D. Francisco Hervás Maldonado, Coronel Médico

La urgente e inexcusable reforma sindical en España.

Francisco Hervás Maldonado

Por desgracia estamos asistiendo, en el mundo sindical, a una situación permanente de “confounding”. Se llama confounding a la desviación interpretativa de una realidad plausible a causa de un factor que actúa, estadísticamente, sobre la variable dependiente y la independiente. Es decir, que la situación espuria de una conclusión se debe a la intervención interesada de un factor deformante del proceso. Traducido al mundo sindical: el aporte de fondos por parte del Estado o sus instituciones, al objeto de financiar las actividades sindicales, condiciona dichas actividades y las dirige hacia puntos concretos de interés mutuo, del financiador y financiado, máxime cuando aquél es el Estado o un partido político. Sin embargo, no es ese el teórico objetivo de la función sindical, quien ha de defender el bienestar económico, social e incluso ético de los trabajadores afiliados, como mínimo, y – a ser posible – de todos los trabajadores.

Hay muchos tipos de sindicatos. Tenemos el sindicalismo de empresa, que se limita a defender los intereses de los trabajadores contratados, en las empresas de gran número de ellos, frente a su empresario contratante, quien, en un momento dado, pudiera no cumplir su parte del acuerdo, exigiendo más de lo que paga. Tenemos también el sindicato de ramo o gremial, donde los trabajadores de muchas pequeñas empresas se asocian para una defensa colectiva común, pues al ser pocos trabajadores, estos carecen de posibilidades de defensa en comparación con las empresas de muchos trabajadores. Pero hay que tener en cuenta que ciertos gremios poseen menor impacto social que otros (¿a quién le importa, por desgracia, un sindicato de escritores, por ejemplo?). Por eso, con frecuencia, los distintos ramos o gremios se apoyan unos a otros, formando las confederaciones de sindicatos, de manera que así puedan poseer el arma más poderosa de su defensa: la huelga general. La legislación de casi todos los países desarrollados contempla estos tres tipos de sindicatos. Es más, incluso muchos países (Portugal, sin ir más lejos, por aquello de la vecindad) contemplan la sindicación en las Fuerzas Armadas, lo cual tiene cierto sentido, porque en esas fuerzas armadas el personal se estructura en bloques clarísimos y bien diferenciados, de manera que si hay una institución bien organizada por gremios es la milicia. Además, la disciplina – base de toda institución militar – corre el riesgo de confundirse con la arbitrariedad de la propia voluntad del mando. En otras palabras, que si no existe algún tipo de control ágil y rápido, se corre el riesgo de confundir la función con la propiedad. El resultado es la arbitrariedad y el daño que puede producir. Ahora bien, es cierto que a la larga, el comportamiento arbitrario recibe su castigo, pero ya es demasiado tarde, pues el procedimiento sancionador de un mando abusivo es lento y farragoso, de manera que el daño queda ya hecho y no hay compensación económica que te restituya los años de vida y honor perdidos.

Por otra parte, tenemos a los sindicatos de clase. Yo no los llamaría sindicatos, sino agrupaciones políticas en entorno gremial o sindical. Son partidos, no sindicatos. El buen sindicato ha de ser apolítico, sin apoyarse en ideología alguna, pues en tal caso discriminaría a los trabajadores de otras ideologías, lo cual es cualquier cosa menos justo. Yo creo que un sindicato de clase es siempre un sindicato bajo dirección política. Es lógico, máxime si, además, es el propio estado quien lo subvenciona. Bueno, en realidad lo subvencionamos todos con nuestros impuestos, incluso aunque no nos den la opción de utilizarlo en defensa de nuestros legítimos intereses, pues por muy militares que seamos, seguimos siendo seres humanos, como todos, españoles, como todos, europeos, como todos, e incluso hijos de Dios y herederos de su gloria, como todos, incluidos los no creyentes.

Y toda esta chapuza sindical se ha hecho y – sobre todo – se mantiene en aras de la libertad. ¡Ay si Mme. Roland levantara la cabeza…! Bueno, le iba a costar un poco levantarla, pues la guillotinaron. Y estando ya en el cadalso, frente a la guillotina, instantes antes de ser decapitada, pronunció aquella famosísima frase, frente a una estatua de la Libertad, a la que miraba: “¡Oh Libertad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre…!”

La conclusión de todo esto es clara: se precisa una ley sindical nueva, a mi juicio con las siguientes premisas:

1. La sindicación ha de ser voluntaria, pudiendo elegir el trabajador su forma de afiliación: empresarial, gremial o confederal, según el grado de respuesta y compromiso que desee. Naturalmente, la cuota de afiliación variará según el caso.

2. El sindicato ha de garantizar la protección jurídica, social e incluso del honor de los trabajadores, con todos los medios a su alcance, disponiendo de una asesoría jurídica de guardia.

3. Las cuotas sindicales nunca serán abonadas por instituciones públicas del Estado ni por partidos políticos, sino por los propios trabajadores afiliados. Sí se podrán recibir donaciones de empresas o particulares, aunque siempre bajo el control de la Hacienda Pública, con total transparencia y disponibilidad de cuentas.

4. La sindicación en el ámbito militar estará supeditada a la seguridad del estado. En caso de guerra, terrorismo, alarma social grave, amenaza de terceros o crisis nacional notable de orden público, se suspenderá temporalmente, previa autorización de las Cortes, tramitada con la máxima urgencia. Naturalmente, habrán de definirse todas estas cosas de forma clara y diáfana.

5. Todo sindicato poseerá una estructura interna de control de la gestión económica, jurídica y de nombramientos, ateniéndose estos últimos a un sistema de votación general de los afiliados y no de compromisarios.

6. La labor formativa no es competencia del sindicato. En todo caso, podrá subcontratar cursos en instituciones docentes ajenas, pero no organizarlos el propio sindicato.

7. Los sindicatos podrán financiar actividades deportivas, culturales o científicas de todo tipo, pero siempre que no sea el organizador el propio sindicato, sino una institución ajena al mismo.

8. Las actividades lúdicas, vacaciones y ocio no podrán ser costeadas por el sindicato. En todo caso podrán recibir ofertas al respecto de empresas privadas, como cualquier otra institución pública o privada.

9. Se crearán comisiones tripartitas de vigilancia de los acuerdos: empresa, sindicato e institución del Estado, que se reunirán semestralmente o cuando se decida.

10. En el ámbito militar y de policía, existirá un procedimiento sancionador rápido para los posibles abusos de mando o quebrantamientos de disciplina. En este procedimiento, intervendrá el sindicato, al menos, como observador.

La realidad es que hoy por hoy los sindicatos dejan muchísimo que desear. Y es probable que eso les parezca bien a los grupos políticos, pues resultan ser unos colaboradores excelentes. Un poco caros, eso sí… En una palabra: NO.

No sé por qué tengo la impresión de que la reforma sindical, tan necesitada y urgente, va para largo. Se estropearían algunos negocios importantes, por todas las partes. ¡Qué país!

Y eso que no hemos hablado de la patronal. Lo haremos otro día, que eso también tiene bemoles. De momento, procuren ser felices. Cuesta lo mismo