hervastamaño

Publicamos un artículo escrito por nuestro colaborador, el Coronel Médico Dr. Don Francisco Hervás Maldonado. Esperamos que les guste.

 Nuevamente, con la periodicidad de los monzones, se vuelve a plantear el dilema electoral entre las listas abiertas y las cerradas. Evidentemente la respuesta es bastante clara: solo las listas abiertas tienen algo que ver con la democracia. Las listas cerradas son «otra cosa» que, sin duda alguna, pervierte la libertad de elección del ciudadano, pues en democracia se ha de votar siempre en libertad y una lista cerrada cercena claramente este concepto. Y lo cercena por dos motivos. En primer lugar, en una lista cerrada solamente votas ideas generales, pero no experiencias concretas de los individuos que en ella se contienen, de manera que da igual la capacitación personal de todos los componentes de esas listas.

La consecuencia obvia es que, como no están capacitados muchos de ellos, precisan asesores que sí lo estén, con lo que se multiplica por n (número de asesores) el gasto de gestión. Eso sí, siempre que sean verdaderos asesores y no amigotes apesebrados, en cuyo caso hacen falta asesores de los asesores y así hasta que nos arruinamos. Pero es que hay una segunda razón más poderosa, la de la libertad de expresión. Generalmente, los más capaces o válidos han de callar o no salen en la lista. Es decir, se pervierte la calidad de nuestros representantes en un alto grado. Y cuando uno no puede opinar ni siquiera en su grupo, se habla de otra cosa que no es democracia y que también empieza por la letra D.

Miren, estamos viviendo una época muy triste. Al principio se nos igualó por lo mediocre, pues mediocres eran nuestros gobernantes. Ahora ya, como se ha terminado el «turrón», estamos llegando a la fase de «sálvese quien pueda» y al prójimo que le vayan dando. Sin embargo, la gente no es tan idiota como nuestros políticos se creen, por lo que mucho me temo que aquí pueda pasar algo gordo, y precisamente contra ellos, sean del signo que sean. Si no pasan por el aro de la honradez, con una variación creíble de la ley electoral, una adaptación de la constitución a las circunstancias actuales, es decir: a la realidad de nuestra situación presente y esperable, y una modificación sustancial de los elementos comunes de todo estado, mucho me temo que nos hundimos y pasaremos a ser una colonia alemana, con suerte. Ser una colonia tiene muchos inconvenientes, el principal es que te conviertes en servidumbre del colonizador, sin capacidad para decidir nada.

Los elementos comunes del Estado son cuatro. A saber: educación, sanidad, deporte y – sobre todo – seguridad. Bueno, pues salvo el deporte (y
no en todos los casos), lo demás está arrasado. Es caro, mal gestionado, mal organizado, de baja calidad y empeorando por días.

Por supuesto que todos tenemos nuestras ideas al respecto. Pero eso da igual. Lo único que importa es «mantenella y si erralla no enmendalla». ¡Qué pena de país…! El poder ha sido secuestrado por unas oligarquías llamadas partidos políticos, unas oligarquías carísimas y bastante poco eficaces. Yo cuando hablo de esto con mis amigos de países civilizados, se asombran de que no los hayamos puesto en su lugar todavía. Somos muy buenos, pero que muy buenos. Santos, diría yo.