image content 5783826 20161207050353

Llegó el juicio y los ocho valientes de Alsasua se han comportado como lo que son, atrás quedaron las bravuconadas, las amenazas, los alardes que mostraron tras el ataque a dos guardias civiles y a sus parejas, en el bar Koxka.

Se comportaron antes y después de la agresión como lo hacían sus referentes en ETA, valientes solo cuando se saben protegidos por la tribu, por el clan, por el grupo e impunes entre sus iguales, valientes cuando actúan en manada, a traición o por la espalda, y muestran hoy la condición animal que anteriormente tuvieron esos referentes, los asesinos a los que admiran; hoy se desmonta su mascarada y su mentira, y aparece al enfrentarse a la Justicia su verdadera condición humana, o inhumana, la misma condición inmoral que retrata a los asesinos y que surgía cuando los terroristas se enfrentaban de cara a la Guardia Civil; la misma condición humana que retrataba ayer a los asesinos etarras, retrata hoy a sus cachorros, a los ocho valientes de Alsasua, son la cobardía en estado puro.

Es la cobardía que demostraban los terroristas al poner un coche bomba en una casa cuartel, al asesinar a un guardia civil, a su esposa o a sus hijos, por la espalda. La misma cobardía que hoy ocho valientes de Alsasua han demostrado al negar los hechos, al declarar que no estuvieron, que son pacifistas, que estaban borrachos; la cobardía que ayer paralizaba a los asesinos y les quitaba los arrestos que demostraban cuando actuaban a traición, por la espalda, y les paralizaba para desenfundar su arma cuando de enfrentaban de frente a la policía, paraliza hoy a estos ocho valientes al enfrentarse a sus actos ante un juez, es la misma cobardía que les hace llegar, a unos y otros, a la degradación moral más absoluta del ser humano, la degradación moral de quien arrebata una vida y se jacta de ello y de quien tiene como referente y quiere seguir las directrices de los asesinos, la degradación moral del entorno etarra que somete a los cachorros para que sigan el dictado de una ideología fanática y enloquecida, falta de moral y de valores.

Es la cobardía y la falta de fortaleza que demostraron Iriondo, jefe de ETA, meándose encima al ser detenido por la Gendarmería francesa, es la cobardía de Jesús María, Josu, Zabarte, el Carnicero de Mondragón, cagado físicamente, con la pistola en la mano, que del miedo que tenía no pudo ni montar, cuando fue detenido en 1984 por la Guardia Civil tras un enfrentamiento en el que murieron dos de sus compañeros asesinos y resultaron heridos varios guardias civiles. Una cobardía tan manifiesta, una cagada tan grande, que tuvieron que dejarle un mono, principalmente para evitar el hedor que desprendía el “gudari”, uno de los referentes de los ocho de Alsasua y que llevó a que su propia madre tras su detención, le llegase a decir “Hijo de puta, has vendido a los tuyos…”, mejor que su madre no lo conocía nadie. En esta ocasión, la meada y la defecación de los ocho valientes de Alsasua ha sido mental, pero cagada y meada, al fin y al cabo, fruto de la cobardía para enfrentarse a sus propios actos.

La agresión a los dos guardias civiles y a sus parejas no fue un hecho aislado, se enmarcaba en la campaña orquestada por ETA para echar a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del País Vasco, es una acto más de las campañas Alde Hemendik y Ospa Eguna que soportan hoy en día los guardias civiles en localidades del País Vasco y Navarra. Es un acto de terrorismo totalmente orquestado y un delito de odio.

Hoy la cobardía demostrada por estos ocho valientes en el juicio, dice mucho acerca del talante guerrillero y revolucionario de estos jóvenes proetarras, educados en el odio a España y a quien la defiende, la Guardia Civil, educación que no solo reciben en las “ikastolas”, también en el propio entorno familiar, la madre de uno de los detenidos manifestaba en  televisión, “que como la madre del teniente agredido, ellos también están sufriendo”, es el argumento una vez más de ETA, la victimización del agresor, la equiparación de la víctima y del victimario, es intentar poner al mismo nivel a quien agrede con el agredido. Seguro que esta madre estará sufriendo pero el sufrimiento de los familiares del agredido nunca puede igual que el sufrimiento que sufren los familiares de los agresores, sencillamente porque se trata de sufrimientos diferentes moralmente hablando. Como no es lo mismo el sufrimiento  que tiene la víctima, como objetivo, que el sufrimiento que puede tener el agresor como causa de sus propias acciones, una vez más, los victimarios utilizan la palabra para confundir.

Esta madre con sus declaraciones demuestra el deterioro al que ha llegado una parte de la sociedad navarra y vasca, carente de sensibilidad moral, incapaz de ponerse en el lugar del otro, incapaz de mostrar empatía y compasión con el agredido y a la vez pretender que la tengamos con el agresor. Es la patología genuina de sociópatas y cínicos. Un deterioro que llega incluso al mas alto estamento de Navarra, a su Parlamento, que ha llegado a manifestarse en apoyo a los agresores pero que renuncia a hacerlo en favor de las víctimas, porque ésta última manifestación, convocada por las víctimas del terrorismo en apoyo a los guardias civiles agredidos, para quienes gobiernan hoy Navarra está manipulada. No es de extrañar esta defensa política a los agresores desde el partido que gobierna Navarra, ya que son los mismos dirigentes que mientras ETA agitaba el árbol, recolectaban las nueces en el País Vasco.

La acción orquestada contra los dos guardias civiles y sus parejas, pretendían no solo la intimidación o el miedo de las víctimas, también el sufrimiento de sus familias, es lo que se pretendía, como lo eran los actos de los terroristas. El terrorista no sólo hacía daño al que asesinaba, con su acción además buscaba asustar o dañar a los que quedaban, las similitudes de la estrategia en este caso están más que claras.

Los ocho de Alsasua, mantienen las tesis de ETA, la enseñanza de que la violencia no es la meta, sino el instrumento, y ejercen la violencia contra los guardias civiles y sus familias con las campañas Alde Hemendik y Ospa Eguna, pretendiendo una de las máximas pretensiones de la banda asesina, la salida de la Guardia Civil de los pueblos vascos y navarros, es la esencia de la falta de moral que irremediablemente acompaña a la incomprensión intelectual y a la indigencia moral.

Tras la cobardía primera en el juzgado, ante los hechos verdaderos, seguirá la cobardía segunda, la de acusar al agredido de provocar la agresión, pero todos tenemos claro que no hay asesinos sin víctimas, no hay violador sin mujer violada, y por tanto no hay agredido sin agresor. Ya lo dijo uno de los acusados, “me dirigí a los guardias civiles para “incriminarles” (sic) por unas multas”.

Hoy, cuando los ocho de Alsasua se han visto frente al juez, y sin el cobijo de la tribu, han vuelto a rememorar a sus referentes, se han vuelto a mear y cagar, como antes lo hicieron Iriondo y Zabarte.

 

 Antonio Mancera Cárdenas

Guardia Civil retirado