Publicamos un artículo de opinión de nuestro querido colaborador el coronel médico Dr. Francisco Hervás Maldonado.
Este año 2013 se conmemora el milenio de la creación del reino de Granada, evento sucedido en el año 1013. Con tan fausto motivo, diversos actos, publicaciones y otros folclores de variada estirpe, se celebran o van a celebrarse en mi querida Granada, quien por cierto, está patas arriba a causa de las obras del metro o tren (que no está claro), especialmente en el Camino de Ronda, que presenta un aspecto penoso. Esperemos y deseemos que sea para bien, aunque dudemos acerca de la financiación de tan faraónica obra.
Más modesta fue la obra de acondicionamiento defensivo de la Medina Garnata (primitiva Granada, hoy el albaicín). Pero vayamos al principio, pues tiene similitudes con nuestra situación política y social actual. Todo empezó con la muerte de Almanzor, a quien «peinaron» en Calatañazor (un pueblo precioso, vayan a visitarlo si pueden) y murió en Medinaceli (otra preciosidad) el 12 de agosto del 1002. Zawi Ben Ziri, uno de los generales mercenarios a las órdenes de Almanzor, se rebeló contra el califa cordobés, Hisham II, enfrentándose a los partidarios del mismo y arrasando primero Medina Azahara en 1011 y tomando posteriormente Córdoba en 1013, donde se autoproclamó emir, fijando inicialmente su residencia en Medina Elvira, pero como aquello se defendía mal, marchó a Medina Garnata, que estaba en un cerro, actual albaicín, amurallándola y creando un bastión casi inexpugnable. Era una zona estupenda, con abundante agua subterránea y frente a la ciudad judía, más o menos en la Alhambra actual, separados ambos cerros por el bellísimo río Darro. Los ziríes gobernaron Granada del 1013 al 1090, año en que los almorávides y almohades se hicieron cargo del poder. Estos habían sido llamados en defensa del islam, ante la toma de Toledo (1085) por el rey Alfonso VI de Castilla, pues pese a que la taifa de Granada y las otras pagaban sus parias (tributos a Castilla para no ser invadidos), no las tenían todas muy consigo, de manera que se echaron en brazos de los norteafricanos, bastante bestias, por cierto, y acabaron sucumbiendo a manos de ellos, porque no se pueden dar facilidades a los rivales por el mangoneo. Estos cafres gobernaron desde 1090 hasta 1238, año en el que los nazaríes se hicieron con el poder. A estos últimos se debe – y en concreto a Mohamed V – la creación del palacio de la Alhambra, en el cerro de enfrente al albaicín, que primitivamente era un asentamiento judío, como ya decíamos. El 2 de enero de 1492, los Reyes Católicos tomaban Granada, tras la huida de Mohamed XII, conocido como Boabdil el chico, quien además de perder un reino tuvo que soportar los reproches de su impresentable mamá, Aixa la Horra, con aquella frase a ella atribuida: «llora como mujer por no haber sabido defender el reino como hombre». Tres fases, por tanto. En la época zirí, la convivencia de las tres culturas (judía, cristiana y musulmana) era la norma. No se destruyeron iglesias ni sinagogas, hubo visires (primeros ministros) judíos, como Samuel Ibn Nagrela o su hijo Josef, cristianos y musulmanes. A veces hubo reyertas,
especialmente entre musulmanes y judíos, pero más o menos se toleraban. La cosa varió radicalmente con los almorávides, que derruyeron todas las iglesias y sinagogas, masacraron judíos y cristianos, y se apropiaron de sus bienes, así como los de los musulmanes conniventes con ellos. Luego, en la fase nazarí, se recuperó algo la convivencia, aunque sin llegar a los niveles de la época zirí. Los nazaríes se casaban con cristianas o judías, según les venía en gana o las tenían como concubinas, pero al menos no las mataban. Los hombres tenían la opción de la milicia nazarí, sea cual fuere su religión, y poco más, si no eran musulmanes. Sin embargo, en las tres épocas hubo una floreciente intelectualidad: matemáticos, filósofos, médicos, cirujanos, farmacéuticos, astrónomos… aunque casi todos se fueron por ahí: Castilla, Francia, Egipto, etc. Destacarse merece la pléyade de extraordinarios constructores en todas las épocas, aunque casi todos eran «de importación» y cobraban una pasta. Hasta aquí la historia.
Bueno, ¿no les da la impresión de que vivimos algo similar? El califato se acaba. Perdón, la estructura actual del estado es la consecuencia del cambio de régimen y el resurgimiento de las diversas taifas. Porque esto todavía no es una democracia plena, dado que no todos poseemos los mismos derechos, ¿verdad, señores políticos? Hemos pasado una época zirí de convivencia en las distintas taifas (perdón, autonomías) y estamos llamando a voces a los almohades y almorávides, al menos en alguna autonomía que desea un ejército extranjero para su defensa. Evidentemente, si tal cosa sucede, se lo cobrarán con mucha soltura. Además, para preparar el terreno, están arrasando – en la medida que pueden y les dejan – todo aquello que huela a cristiano o judío (perdón, quise decir a español o hispano). Evidentemente se van a estrellar, pues ni tienen dinero, ni recursos humanos de suficiente calidad para ello. Inicialmente podría irles no mal (bien es imposible), pero sería una paz efímera, pues los almorávides del norte o del sur se los merendarían para esquilmarlos, como está mandado, por bobos. Y luego vendría un gobierno mantecoso o vaselinero que, sin lugar a dudas sería merendado por el resto de taifas agrupadas en un solo estado fuerte. Esto, antiguamente sucedió en casi quinientos años, pero hoy en día, con suerte para ellos, en tres o cuatro. Eso sí, el sultán de turno tomaría las de Villadiego mientras su madre o esposa le diría:» ¡calzonazos, cobarde!» La verdad es que no llegaría muy lejos, pues a un fracasado no lo quiere nadie. Sin embargo parece claro que grandes sabios e intelectuales florecerán de la taifa, aunque se irán a vivir a Nueva York, Munich, Madrid o Estocolmo. Ni uno quedará allí, pues si lo hace, es que sin duda no es sabio como se pregona. Y las obras faraónicas se las harán empresas extranjeras; bien cobradas, naturalmente.
Ya va siendo hora de dejarse de tonterías y de guardar los pajaritos de la cabeza en sus jaulas o dejarlos volar a su albur. ¿Cómo es posible decir tanta tontería en tan poco tiempo? Señores taiferos, es menester que se sosieguen o vamos a tener que sosegarlos de otra manera.
Ahora vas y lo piensas, so taifero melón y mangante.