Nacionalismos
David R – La Tribuna del País Vasco
Articulo de opinion de David R, publicado en la Tribuna del País Vasco, con fecha 8 de noviembre
Nacionalismos
.
El término nación, en el sentido en el que hoy lo utilizamos habitualmente, surgió en el discurso político de la Revolución francesa, pero el concepto se iría desarrollando a lo largo del siglo XIX.
En siglos anteriores, durante la Edad media, nación tenía un sentido derivado de su etimología latina, naceré, que recoge San Isidoro de Sevilla y definía a un grupo de personas que tienen o a quienes se atribuyen un mismo origen. Posteriormente, el concepto de nación fue objeto de numerosas definiciones a lo largo del tiempo. Importantes fueron los discursos de Herder y Fichte, que en Alemania conjugan las ideas lingüísticas, culturales y étnicas. Mientras tanto, la concepción francesa de nación avanza más en la elaboración de una idea de territorio, con límites concretos, cuya unidad no se basa en la lengua ni en la raza, sino en el consentimiento, en «la voluntad de vivir juntos», como decía el escritor francés Ernest Renan.
Estos conceptos de nación, muy diferentes, servirían de base a los desarrollados con diversos matices en otros países europeos y no europeos. El primero, llevado a sus extremos, tendría en en el siglo XX derivaciones peligrosas en países como Alemania, en donde el nazismo (nacional-socialismo) recurrió a la lengua y a la raza para conseguir el expansionismo del Tercer Reich en los países de Europa oriental, con importantes minorías de lengua alemana, y para el exterminio de grupos étnicos considerados no germánicos.
Las naciones observadas desde la ciencia sociológica son entidades mudables y perecederas, pero ocurre que la Historia demuestra esta circunstancia en el transcurso del tiempo; algunos analistas llegan a decir que las naciones no son, sino que se construyen o inventan, siendo los inventores los estados y los movimientos nacionalistas, que reconstruyen entidades anteriores.
El espíritu del pueblo («Volksgeist») fundamenta y cohesiona los nacionalismos, pero no deja de ser una idea irracional, tal y como dijo perfectamente XabierArzallus, ex presidente del PNV: «el nacionalismo es un sentimiento», no es una cuestión analítica, ni tan siquiera formal (en el sentido de logística y organización).
En el tiempo actual, vivimos la más grande revolución que haya generado el ser humano, que no es otra que el desarrollo exponencial de las tecnologías de la información, que no sólo ha cambiado nuestra forma de vivir y convivir sino también nuestra forma de pensar, incluso su rapidísimo desarrollo ha creado una brecha intergeneracional, ya que estás «conectado» o no estás.
En este contexto, pensar en términos nacionalistas es sencillamente anacrónico e irracional. La tendencia inevitable es a la conexión y a la globalización, a la multiculturalidad y a lo multirracial, a la diversidad de ideas y su lógica compatibilidad. El futuro debe ser y será global, plural e inclusivo. Pensar en términos localistas o nacionalistas supone costos físicos, espaciales y temporales; retrasos en el desarrollo de cualquier magnitud y orden. Por otra parte, creo que hemos de tener en cuenta que la historia siempre nos enseña algo, y si de nacionalismo hablamos, la historia nos enseña que éstos han sido fuente constante de catástrofes, nunca de maravillas. E nacionalismo es malo, lo contrario es bueno. La separación genera un costo, y la integración, un beneficio. Sinergias. Ambas cuestiones se pueden matematizar. Los nacionalismos son excluyentes, nunca incluyentes, y lo que es más grave, son generadores de problemas que surgen con facilidad y que resultan muy difíciles de solucionar, amén de que la solución a esos problemas requiera un millar de veces más de veces el tiempo de su creación. Ser nacionalista es injusto desde cualquier punto de vista, filosófico, ético e incluso moral. Las legislaciones y las religiones permiten y sostienen los nacionalismos, pero la inteligencia los repudia y los refuta.