Esperanza Aguirre
Conferencia impartida en la Academia General Militar, Zaragoza, el día 6 de noviembre de 2013, dentro de la Cátedra “Miguel de Cervantes”.
Orgullo de ser español.
Por Esperanza Aguirre
Señoras y señores,
Quiero empezar con palabras de agradecimiento a la Academia General Militar por esta invitación que me permite tomar la palabra delante de casi un millar de Damas y Caballeros Cadetes, dentro del ciclo de conferencias que organiza la Cátedra “Miguel de Cervantes de las Armas y las Letras” de la Academia.
Un agradecimiento que personalizo en el General Director y en el Coronel Escalona, que fue quien amablemente se dirigió a mí para invitarme.
Quiero dar las gracias porque para mí es un verdadero honor hablar a los jóvenes cadetes que están llamados a convertirse en los Oficiales y Jefes de los Ejércitos de España, nuestra Patria.
“Una serie de complejos heredados de una Historia no bien asimilada hacen que los políticos españoles de nuestro tiempo hablemos poco del Ejército, hablemos poco de la Patria y, en algunos casos, hablemos poco hasta de España”.
Un mal entendido pacifismo y una serie de complejos heredados de una Historia no bien asimilada hacen que los políticos españoles de nuestro tiempo hablemos poco del Ejército, hablemos poco de la Patria y, en algunos casos, hablemos poco hasta de España.
Esa especie de reserva o de vergüenza para abordar asuntos tan trascendentales como éstos no tiene parangón en ningún otro país de nuestro entorno. Y todo lo que se haga para alcanzar la normalidad en el tratamiento de estas materias (la Defensa, el Ejército y la Patria) es enormemente positivo.
Yo misma, cuando me llegó la amable invitación del Coronel Escalona, reflexioné sobre los más de treinta años que llevo de vida política, y me encontré con que en muy pocas ocasiones he hablado o he hecho declaraciones o me he manifestado públicamente sobre el Ejército, sobre la Defensa o sobre la vida militar.
Así que una de las razones por las que acepté la invitación fue porque consideré que preparar esta intervención me iba a ayudar a ordenar algunas ideas sobre esos asuntos que, por las razones que les indico, los políticos tenemos como miedo a abordar.
Tengo también que reconocerles que me gustó especialmente el nombre de la Cátedra: “Miguel de Cervantes”.
Los nefastos planes de estudio de la Enseñanza Secundaria española en el último cuarto de siglo hacen que sea posible encontrar a jóvenes que, después de 12 o 15 años de escolarización, desconocen todo o casi todo de la vida y la obra de los grandes hombres que ha dado nuestra Patria. Y Cervantes es, sin duda, uno de los más grandes.
Para el resto de la Humanidad Cervantes es el inmortal autor de una obra cumbre de la Literatura Universal, el “Quijote”.
Pero es que para los españoles –al menos para los españoles de mi edad que, en nuestro Bachillerato estudiábamos más y mejor de la Historia y de la Literatura Españolas- Cervantes es también el soldado de Lepanto, el soldado que allí, en aquella batalla, se dejó un brazo en defensa de la Cristiandad, en defensa de la Civilización Occidental y en defensa de España.
Hay que recordar cómo, en su madurez, cuando escribe el Prólogo a sus “Novelas Ejemplares”, se autorretrata en tercera persona y dice:
“Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlos Quinto, de feliz memoria”.
O sea, que Miguel de Cervantes, cuando ya había alcanzado enorme fama literaria porque ya había publicado la I Parte del “Quijote”, consideraba un timbre de honor el haber sido soldado y haber sido herido en la batalla de Lepanto.
Más aún. Para calibrar el aprecio que Cervantes tenía a la profesión militar me parece importante recordar el capítulo XXXVIII de la I Parte del “Quijote”, el del famoso “discurso de las armas y las letras”, que creo que todos los españoles deberíamos conocer y releer con más frecuencia.
Cuando Cervantes escribe ese discurso todavía no ha alcanzado la fama inmortal que le dará el “Quijote”, pero ya es un autor conocido y de indiscutido prestigio en el mundo de las Letras Españolas. Era lo que hoy podríamos llamar un intelectual.
Y el intelectual que es Miguel de Cervantes se atreve a comparar la profesión de las armas con la de las letras. Compara a los soldados con los hombres de letras de su tiempo, que eran, fundamentalmente, los escritores y los juristas. Y lo hace con perfecto conocimiento de causa. Porque él ha sido hombre de armas y hombre de letras. Ha sido soldado en Lepanto, ha perdido una mano en aquella batalla. Atrapado por los berberiscos, ha pasado más de cinco años en las prisiones de Argel. Y, al mismo tiempo, lleva toda la vida escribiendo, publicando y viviendo de lleno la intensa vida cultural y literaria de la España del Siglo de Oro.
En ese capítulo del “Quijote”, después de comparar los méritos de los soldados con los de los escritores, acaba tomando partido en favor de los soldados y nos deja escrito este magnífico alegato a favor de las armas que merece la pena leer por extenso:
“volvamos a la preeminencia de las armas contra las letras, materia que hasta ahora está por averiguar, según son las razones que cada una de su parte alega. Y, entre las que he dicho, dicen las letras que sin ellas no se podrían sustentar las armas, porque la guerra también tiene sus leyes y está sujeta a ellas, y que las leyes caen debajo de lo que son letras y letrados. A esto responden las armas que las leyes no se podrán sustentar sin ellas, porque con las armas se defienden las repúblicas, se conservan los reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se despejan los mares de cosarios, y, finalmente, si por ellas no fuese, las repúblicas, los reinos, las monarquías, las ciudades, los caminos de mar y tierra estarían sujetos al rigor y a la confusión que trae consigo la guerra el tiempo que dura y tiene licencia de usar de sus privilegios y de sus fuerzas. Y es razón averiguada que aquello que más cuesta se estima y debe de estimar en más. Alcanzar alguno a ser eminente en letras le cuesta tiempo, vigilias, hambre, desnudez, vahídos de cabeza, indigestiones de estómago y otras cosas a éstas adherentes, que en parte ya las tengo referidas; mas llegar uno por sus términos a ser buen soldado le cuesta todo lo que a el estudiante, en tanto mayor grado, que no tiene comparación, porque a cada paso está a pique de perder la vida”.
La libertad de los ciudadanos y la independencia de la Patria dependen, en último término, de personas que, como ustedes, los militares, están dispuestas a dar la vida por defenderlas”.
Lo que aquí nos dice Cervantes, con palabras que aún nos emocionan, sigue siendo hoy verdad, aunque muchos no quieran pensarlo, no quieran verlo o no quieran decirlo. Porque ahora, como entonces, la libertad de los ciudadanos y la independencia de la Patria dependen, en último término, de personas que, como ustedes, los militares, están dispuestas a dar la vida por defenderlas. Como lo estuvo el propio Cervantes durante los años que tuvo las armas como profesión.
En la vida cotidiana de España y de los países de la Unión Europea la guerra hoy ha desaparecido de una manera total. Y todos debemos alegrarnos de que así sea.
Si repasamos la Historia de Europa de los últimos mil años, es verdad que los años que empezaron en 1945 y que continúan hasta nuestros días son, quizás, el periodo más extenso sin ningún conflicto bélico en suelo europeo.
Pero también hay que tener en cuenta que Europa venía de dos conflagraciones mundiales que han sido las más terribles guerras que ha conocido la Humanidad. Y que España venía de una atroz Guerra Civil que había dejado profundas y dolorosas huellas.
Por eso hay que alegrarse enormemente de que Europa lleve un periodo tan dilatado sin guerras. Lo que constituye, sin duda, un éxito colectivo.
Pero ese éxito de los europeos no puede hacernos olvidar las amenazas a las que los países libres del mundo occidental tenemos que hacer frente y que tienen su principal enemigo en el terrorismo islámico, que ya ha demostrado cumplidamente su propósito de acabar con nuestra libertad.
La lucha contra ese terrorismo islámico, fundamental para que los españoles podamos vivir en libertad y en paz en nuestra Patria, puede llevar a nuestros Ejércitos, como ocurre hoy mismo, a defender esa libertad lejos de nuestro territorio.
Y en esa defensa de la libertad y de España vuelve a ser verdad lo que nos dejó dicho Cervantes: que, en esos escenarios bélicos nuestros soldados “a cada paso está(n) a pique de perder la vida”.
Algo que no les es ajeno a los militares que, como muy bien saben ustedes, han jurado estar dispuestos hasta, si es preciso, entregar la vida en defensa de España.
Es una obligación de todos los políticos lograr que los ciudadanos españoles sepan que la libertad, la paz y las oportunidades que dan el vivir sin guerras, el vivir en paz, el gozar de seguridad, se deben, en gran medida, a que existen unos militares dispuestos a defendernos hasta con su vidas.
Y yo, con Cervantes, creo que ese compromiso de entregar hasta la vida en defensa de la Patria es el que hace de la profesión militar la más digna de ser admirada.
Debería ser responsabilidad de todos y, en primer lugar, de los políticos recabar ese reconocimiento de la sociedad española hacia nuestros soldados”
Una admiración que, probablemente, no se da hoy. Y debería ser responsabilidad de todos y, en primer lugar, de los políticos recabar ese reconocimiento de la sociedad española hacia nuestros soldados.
Y si todos los ciudadanos debemos gratitud a nuestros militares por su entrega y por su compromiso de defendernos hasta con su vida, también creo que toda la sociedad española debe imbuirse de algunas de las virtudes que se cultivan en las Fuerzas Armadas. Sobre todo, en estos momentos de crisis en que tan importante es no caer en el pesimismo o en la desmoralización.
Debería ser tarea de todos recuperar el patriotismo como virtud cívica fundamental”.
Y la principal virtud de nuestros militares es, sin duda, el patriotismo. Por eso creo que también debería ser tarea de todos recuperar el patriotismo como virtud cívica fundamental.
En la España de las Autonomías se puede estar produciendo la paradoja de que algunos españoles no tengan reparo en declararse “patriotas” de su Comunidad Autónoma (fíjense, por ejemplo, que “abertzale” significa precisamente “patriota”) y sí muestren una cierta vergüenza o reparo en declararse abiertamente “patriotas” de la “Patria común e indivisible de todos los españoles”, que es la fórmula que nuestra Constitución utiliza para definir certeramente a España.
En la España de las Autonomías se puede estar produciendo la paradoja de que algunos españoles no tengan reparo en declararse “patriotas” de su Comunidad Autónoma y sí muestren una cierta vergüenza o reparo en declararse abiertamente “patriotas” de la “Patria común e indivisible de todos los españoles”
Sobre los conceptos de Patria y de patriotismo también creo que todos los políticos tenemos pendiente una reflexión, lejos de complejos.
Probablemente tiene bastante razón Samuel Johnson cuando en el siglo XVIII decía que el “patriotismo es el último refugio de los canallas”. Porque es verdad que algunos canallas a veces pretenden tapar sus delitos o sus desafueros con la bandera o con palabras altisonantes sobre la Patria.
Pero ese mal uso de la palabra “Patria” no puede hacer que tengamos miedo a utilizarla con frecuencia, sabiendo, además, muy bien lo que significa.
Nuestra Patria es, en primer lugar, el conjunto de todos los españoles con los que hoy compartimos lengua, cultura, historia, costumbres y un proyecto de futuro.
Y también es nuestra Patria el conjunto de los españoles que lo han sido a lo largo de la Historia. Y los españoles que lo van a ser en el futuro.
En este sentido la idea de patriotismo hay que identificarla con un compromiso triple. En primer lugar, compromiso fundamental con nuestros compatriotas de hoy mismo. Además, compromiso con todo lo que nos han legado nuestros mayores para conocerlo, valorarlo y conservarlo. Y, por último, compromiso con los futuros españoles a los que tenemos el deber moral de entregarles una España mejor que la que recibimos.
El primer deber de patriotismo es, desde luego, con los españoles que viven junto a nosotros. Y patriotismo es buscar, cada uno en su sitio, esa “obra bien hecha” de la que hablaba Eugenio D´Ors y de la que dice que es lo único por lo que se nos va a pedir cuentas. Los obreros, los empresarios, los intelectuales, los artistas, y todos los profesionales nos comportamos como patriotas cuando procuramos dar lo mejor de nosotros mismos en nuestras profesiones para que redunde en beneficio de todos. Esta concepción del patriotismo es la que elaboraron acertadamente los escritores y pensadores del siglo XVIII como el padre Feijóo.
También es nuestra Patria el conjunto de los españoles que lo han sido a lo largo de la Historia. Y los españoles que lo van a ser en el futuro”.
Y, en este sentido, el patriotismo de los militares se manifiesta en cumplir de la mejor manera posible con su deber de defender la libertad de los españoles y la independencia de la Patria.
Y a la hora de valorar el significado de esa alta misión de los militares creo que es bueno recurrir una vez más a nuestro Cervantes, cuando en la II Parte del “Quijote” hace decir a su protagonista:
“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.
Los obreros, los empresarios, los intelectuales, los artistas, y todos los profesionales nos comportamos como patriotas cuando procuramos dar lo mejor de nosotros mismos en nuestras profesiones para que redunde en beneficio de todos”.
Cervantes expresa en esas palabras los dos valores morales por los que merece la pena dar la vida: la libertad y la honra. Y creo que, a su manera, esas palabras resumen también de manera inmejorable los valores centrales del patriotismo.
Cervantes habla de la honra, una palabra que, desgraciadamente, casi ha desaparecido de nuestras conversaciones y discursos. Y, sin embargo, hoy como en tiempos del “Quijote” la estima y respeto de la dignidad propia, que eso es la honra, debería estar mucho más presente en nuestras vidas.
Cultivar la dignidad propia, vivir dignamente, procurar hacer siempre las cosas lo mejor posible es, sin duda, otra manifestación del patriotismo.
Cervantes expresa en esas palabras los dos valores morales por los que merece la pena dar la vida: la libertad y la honra. Y creo que, a su manera, esas palabras resumen también de manera inmejorable los valores centrales del patriotismo.
El patriotismo no es sólo, como antes les he dicho, el compromiso con los españoles de nuestro mismo tiempo. El patriotismo lleva consigo la aceptación de la herencia que nos han dejado los que nos precedieron y, también, el afán de dejar a los que nos seguirán algo mejor de lo que hemos recibido.
Y ahora es el momento de hablar de ese orgullo de ser español, que da título a mi intervención. Empezaré por decir que el orgullo es un sentimiento individual que sólo adquiere todo su sentido cuando se refiere a algún logro conseguido con el propio esfuerzo, la propia inteligencia o la propia grandeza moral.
Dicho de otra manera, una persona en sentido estricto sólo puede estar legítimamente orgullosa de algo, si ese algo lo ha conseguido gracias a su esfuerzo, a su inteligencia o a su destreza. No si lo ha recibido por herencia.
El orgullo es un sentimiento individual que sólo adquiere todo su sentido cuando se refiere a algún logro conseguido con el propio esfuerzo, la propia inteligencia o la propia grandeza moral”.
Con esta fría lógica, podríamos llegar a afirmar que quizás la palabra “orgullo” no es la más adecuada para definir el sentimiento de satisfacción que los españoles de hoy tenemos legítimamente cuando tomamos conciencia de la magnitud de la inmensa herencia histórica y cultural que hemos recibido por el solo hecho de haber nacido en España.
Pero eso no quita para que seamos muchos los que en múltiples ocasiones decimos alto y claro que estamos orgullosos de ser españoles. Don Gregorio Marañón, el gran médico y escritor que tantas páginas dedicó a España y a nuestra Historia, tuvo que permanecer en el extranjero algunos años después de la Guerra Civil. Y en un viaje a Hispanoamérica en aquellos años nos dejó escrito: “Soy español, un español que siente hasta en la médula de sus huesos, hasta los rincones más hondos de su alma, el orgullo de serlo”.
O sea, que aunque todos sepamos que para nosotros ser español no es un mérito todos sabemos que decir que estamos orgullosos significa que nos alegra infinitamente la herencia que hemos recibido y que nos alegra ser compatriotas de los demás españoles.
Al hablar del orgullo, estamos significando, más bien, el compromiso que supone el impresionante legado que recibimos todos los que nacemos españoles, sin haber hecho nada por nuestra parte”.
Por eso creo que, al hablar del orgullo, estamos significando, más bien, el compromiso que supone esa formidable herencia.
Compromiso, en primer lugar, por conocer bien el impresionante legado que recibimos todos los que nacemos españoles, sin haber hecho nada por nuestra parte.
No es mérito nuestro haber tenido la suerte de heredar un impresionante legado histórico y cultural, pero sí sería un demérito no conocerlo, cuidarlo, conservarlo y acrecentarlo.
En este sentido es en el que propongo que el orgullo se convierta en compromiso.
Por eso, para ser conscientes de todo lo que hemos heredado, siempre he creído en la importancia de que todos conozcamos la Historia de España.
No es mérito nuestro haber tenido la suerte de heredar un impresionante legado histórico y cultural, pero sí sería un demérito no conocerlo, cuidarlo, conservarlo y acrecentarlo.
Y por eso, cuando tuve la honrosa responsabilidad de ser Ministra de Educación, impulsé una iniciativa de reforma del estudio de las Humanidades que buscaba, entre otros objetivos, que todos los escolares españoles conocieran los principales acontecimientos, las principales obras y a los protagonistas más importantes de nuestra Historia, de nuestra Literatura y de nuestra Cultura.
Porque se puede dar la paradoja de que, ahora que la escolarización en España es universal desde los 3 hasta los 16 años, los españoles conozcan menos de nuestra Historia que en los tiempos en que la mayoría de la población era analfabeta y sólo podían conocer los grandes acontecimientos de nuestra Historia a través de los romances que se cantaban en los pueblos, y que los campesinos aprendían por transmisión oral.
Aquella reforma que promoví en 1996 sólo pretendía que los escolares españoles prestaran más atención a los acontecimientos principales de la Historia Universal y de la Historia de España.
Conocer lo que ha sido España a lo largo de su Historia significa conocer sus luces y sus sombras, por supuesto. Para que, al conocerla, podamos aprender de lo que hicieron bien nuestros mayores, y para intentar no cometer los errores que ellos cometieron.
Conocer lo que ha sido España a lo largo de su Historia significa conocer sus luces y sus sombras, por supuesto. Para que, al conocerla, podamos aprender de lo que hicieron bien nuestros mayores, y para intentar no cometer los errores que ellos cometieron.
Ya sabemos que en la Historia, como en la vida, casi nunca hay buenos muy buenos y malos muy malos. Por eso hay que huir de las interpretaciones maniqueas de los acontecimientos y de los personajes históricos.
Pues bien, sin triunfalismos ni exageraciones podemos afirmar que el balance que presenta la Historia de España es sencillamente apabullante. No tendríamos más que mirar a nuestro alrededor y contemplar los infinitos monumentos, iglesias, castillos, palacios, bibliotecas y obras de arte que llenan todos los rincones de España y de Hispanoamérica y que dan testimonio de una de las culturas más importantes y pujantes de la Historia Universal.
El balance que presenta la Historia de España es sencillamente apabullante. No tendríamos más que mirar a nuestro alrededor y contemplar los infinitos monumentos, iglesias, castillos, palacios, bibliotecas y obras de arte que llenan todos los rincones de España y de Hispanoamérica…”
Todos los españoles tenemos razones más que suficientes para estar muy contentos por haber nacido en este país que tanta importancia y tanto protagonismo ha tenido en la Historia de Occidente. Por eso, podemos y debemos conocer y valorar como se merecen las trascendentales aportaciones que España ha hecho al mundo. Como por ejemplo, ya que lo he traído a mi intervención, el “Quijote”.
Y tenemos que valorar las aportaciones de los españoles sin falsas vanidades pero con sentido de la responsabilidad. Con esto quiero decir que saber hasta qué grado de heroísmo, de abnegación o de talento llegaron los españoles de otros tiempos tiene que ser un acicate para provocar nuestro esfuerzo y nuestro espíritu de superación.
Sin entrar en detalles, porque no es el objeto de esta charla, sí que creo que merece la pena fijarse en un episodio clave de la Historia Universal en el que el protagonismo de los españoles es absoluto. Me refiero al Descubrimiento de América. ¡Qué duda cabe de que en la epopeya del Descubrimiento hubo españoles que cometieron desmanes y crímenes! Desmanes y crímenes que, por supuesto, hay que repudiar. Y que los españoles de la época fueron los primeros en hacerlo y ahí está el Padre de las Casas como primer ejemplo.
Todos los españoles tenemos razones más que suficientes para estar muy contentos por haber nacido en este país que tanta importancia y tanto protagonismo ha tenido en la Historia de Occidente.
Pero el valor y la pericia derrochados por aquellos navegantes españoles que surcaron los mares del mundo entero, y el balance de llevar la civilización occidental y el cristianismo a todo el continente americano es más que positivo.
Y eso lo tenemos que conocer y valorar los españoles de hoy. Si antes les decía que, en sentido estricto, no se puede estar orgulloso de lo que uno ha heredado, ahora tengo que decirles que tampoco tienen sentido las peticiones que algunos hacen para que los españoles de hoy pidan perdón por lo que hicieron los españoles de hace siglos.
No nos olvidemos de que uno sólo es responsable de sus actos, no de los actos que hicieron otros.
Y ya que estamos hablando de nuestra Historia, déjenme que me ocupe un momento de la Guerra Civil Española. Una guerra cruel y terrible que nunca debió tener lugar. Pero existió.
Los sabios antiguos, al reflexionar sobre la omnipotencia de los dioses, llegaron a la conclusión de que, efectivamente, los dioses lo podían todo salvo una cosa: cambiar el pasado.
Lo que ha ocurrido no es posible cambiarlo.
Y la Guerra Civil ocurrió. Algunos han contado la Guerra como una confrontación entre unos españoles muy buenos y otros españoles muy malos. Y esta manera de contar la Guerra ha sido común en los partidarios de los dos bandos.
Lo que ha ocurrido no es posible cambiarlo. Y la Guerra Civil ocurrió. Algunos han contado la Guerra como una confrontación entre unos españoles muy buenos y otros españoles muy malos. Y esta manera de contar la Guerra ha sido común en los partidarios de los dos bandos.
Y, sin embargo, eso no fue así. Hubo buenos y malos en los dos bandos. Y al estudiar y conocer la Guerra Civil es fundamental tener eso muy en cuenta.
De manera que, a la hora de sacar enseñanzas de la Guerra Civil, sepamos reconocer el mérito de los que dieron su vida por España, fueran cuales fueran sus ideas, y sepamos abjurar de los que cayeron en la vileza o en el crimen, fueran cuales fueran sus ideas.
Y por supuesto, del estudio de la Guerra Civil saquemos la irrenunciable decisión de que nunca más puede llegar a esos extremos la confrontación ideológica entre españoles.
A esa conclusión habían llegado los políticos de la Transición, cuando, en 1977, empezaron sus trabajos para elaborar la actual Constitución. Precisamente porque todos los políticos de entonces conocían la Historia y no querían cometer los errores que habían llevado a la Guerra Civil hicieron una Constitución para el consenso, para la reconciliación y para la unidad de todos los españoles en un proyecto común.
Y ahora es el momento de abordar el tercer aspecto del compromiso a que nos obliga nuestro patriotismo: el compromiso con los españoles del futuro a los que tenemos que dejar una España mejor que la que nosotros recibimos.
Porque una de las características de la virtud del patriotismo es, precisamente, una tensión constante para hacer mejor a España. Es querer que la Patria, es decir, que el conjunto de los ciudadanos que formamos la Nación Española, sea cada vez mejor.
Del estudio de la Guerra Civil saquemos la irrenunciable decisión de que nunca más puede llegar a esos extremos la confrontación ideológica entre españoles”.
Una España mejor en el funcionamiento de sus Instituciones y de su ordenamiento jurídico. Mejor en sus oportunidades económicas. Mejor en su prestigio internacional. Mejor en su nivel educativo y cultural. Mejor en todo.
Y aquí, como pueden ustedes comprender, el campo de actuación es inmenso. Porque, además, estamos viviendo momentos muy difíciles. Muy difíciles en el campo de la economía. Al mismo tiempo que estamos viviendo en medio de la crisis que han provocado los partidos nacionalistas con sus pretensiones de independizar sus regiones.
Ese compromiso con el futuro nos compete a todos, pero de una manera especial a los políticos, que, ahora más que nunca, debemos cultivar en nuestras actuaciones la virtud del patriotismo de la que les estoy hablando. Que ahora significa supeditar nuestros intereses al interés general de la Nación. Y que ahora significa permanecer fieles al espíritu y la letra de la Constitución que consagra la soberanía de todo el pueblo español.
Y ya que, al hablar de los problemas que hoy tiene nuestra Patria, he tenido que hacer mención a las pretensiones secesionistas de algunos partidos nacionalistas, me interesa ahora señalar las diferencias esenciales que existen entre patriotismo y nacionalismo.
Existe una comparación ya clásica que señala que patriotismo es el amor a lo propio, mientras que nacionalismo es el rechazo de lo que se considera ajeno”.
Existe una comparación ya clásica que señala que patriotismo es el amor a lo propio, mientras que nacionalismo es el rechazo de lo que se considera ajeno. Creo que así queda bien diferenciado pero además me gustaría darles una cita de George Orwell que me parece también muy clarificadora.
George Orwell fue un gran escritor inglés que escribió una novela, “1984”, que es uno de los mejores alegatos contra los totalitarismos que jamás se hayan escrito y que, por supuesto, es absolutamente recomendable. Pues bien, Orwell, siempre preocupado por todo lo que pudiera constituir una amenaza para la libertad, tuvo mucho cuidado en señalar esas diferencias y dejó escrito: “el nacionalismo no debe ser confundido con el patriotismo. Entiendo por patriotismo la devoción por un lugar determinado y por una particular forma de vida (…) que no se quiere imponer; contrariamente, el nacionalismo es inseparable de la ambición de poder”. Creo que queda claro.
Orwell (…) dejó escrito: “el nacionalismo no debe ser confundido con el patriotismo. Entiendo por patriotismo la devoción por un lugar determinado y por una particular forma de vida (…) que no se quiere imponer; contrariamente, el nacionalismo es inseparable de la ambición de poder”.
Caballeros y Damas Alféreces Cadetes y Cadetes,
Quiero terminar con palabras de felicitación para todos ustedes.
Han elegido, según Don Miguel de Cervantes, la profesión más honrosa y de más alta consideración, la profesión de las armas. Y ya eso es un motivo para que les felicite.
Algunos dicen que otra de las crisis en las que España está hoy inmersa es, también, la crisis de valores. No me atrevo a decir tanto. Pero sí puedo señalarles que en la sociedad española de hoy hay un exceso de relativismo, hay una falta de criterio a la hora de distinguir lo bueno de lo malo. Sin embargo, la experiencia me ha enseñado que existe lo bueno y que existe lo malo. Y que hay que distinguirlos y que tomar partido.
En la sociedad española de hoy hay un exceso de relativismo (…) Pero existe lo bueno y existe lo malo. Hay que distinguirlos y que tomar partido (…) No valen las medias tintas a la hora de defender determinados valores esenciales como la libertad de todos los españoles y la defensa de nuestra Patria, España”.
Esto quiere decir que hay momentos en los que hay que comprometerse, en los que no valen las medias tintas a la hora de defender determinados valores esenciales. Y valores esenciales son la libertad de todos los españoles y la defensa de nuestra Patria, España.
Y ustedes, futuros Jefes de los Ejércitos de España, se han comprometido pública y solemnemente a defender esos valores desde la primera línea, y hasta con su propia vida.
Y por eso quiero felicitarles. Y por eso quiero decirles que no están solos, ni mucho menos, en su voluntad de defensa de esos valores esenciales. Somos muchos los españoles que también queremos vivir comprometidos con la defensa de nuestra libertad y de España. Somos muchos los españoles que estamos orgullosos de serlo y que estamos orgullosos de nuestras Fuerzas Armadas, a las que nos gustaría ver cada vez más preparadas, más fuertes y más cercanas a la sociedad española.
A todos los civiles nos vendría muy bien cultivar con más empeño las virtudes propias de la vida militar: la lealtad, el valor, la abnegación, el esfuerzo, el espíritu de sacrificio, la obediencia, el compañerismo y la voluntad decidida de darlo todo por la Patria”.
Estoy convencida de que a todos los civiles nos vendría muy bien cultivar con más empeño las virtudes propias de la vida militar, las virtudes que están aprendiendo en esta histórica Academia General Militar. Esas virtudes: la lealtad, el valor, la abnegación, el esfuerzo, el espíritu de sacrificio, la obediencia, el compañerismo y la voluntad decidida de darlo todo por la Patria.
Muchas gracias.