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-3ª POSIBILIDAD (FEBRERO DE 1937)

Queipo de Llano había rumiado en el fondo de su consciencia sobre el contraste entre la importancia que en un momento dado convino dar al sitio del Alcázar de Toledo y la importancia que convino quitar en otro momento dado al sitio del Santuario de la Virgen de la Cabeza.

Por eso estimó en conciencia, así me lo aseguró bastantes años después, que debía a Cortés, si no una explicación por haber interrumpido las operaciones el 1 0 de enero, porque ni procedía ni era prudente darla, sí unas frases de estímulo y afecto, pues por entonces todavía guardaba el convencimiento de que pocas semanas después, tan pronto como terminaran las operaciones para la ocupación de la provincia de Málaga, que debían empezar muy en breve, podría sacarle de una vez de aquél infierno, porque así estaba pactado. Pero tampoco esta vez salieron adelante sus planes, pues no contó con que un recio temporal iba a retrasar la operación, de tal manera que cuando finalizó esta, Salamanca, que en realidad no quería que Queipo de Llano ocupara más territorios en el Sur, encontró una mala excusa, pero excusa al fin, en la urgencia que había en iniciar Io de Guadalajara, lo que no permitía gastar ni siquiera un par de días en liberar el Santuario.

El día 6 de enero de 1937 redactó Queipo, como ya hemos dicho, una carta para Cortés concebida en tonos patrióticos en la que dejaba entender que se encontraba atrapado dentro de un engranaje superior con el que no estaba en absoluto de acuerdo, pero el que tenía que someterse. La carta debió salir para el Santuario con el servicio de abastecimiento del día 7, pero se quedó por error u olvido en Sevilla. Se dieron cuenta con posterioridad de que todavía estaba allí, y el día 12 de enero dispuso Queipo de Llano que un Heinkel-46 (Pava) de los que tenían su base en Tablada, fuera expresamente al Santuario para llevarla y dejar al mismo tiempo algunas palomas mensajeras.

Decía el General, entre otras cosas que ya hemos comentado:

«No necesito excitar el ánimo de quien lo ha demostrado tan elevado como Vd. Sí le digo que mi espíritu está con ustedes, que su situación me ha quitado muchas noches el sueño y que el día en que pueda liberarles de ese canallesco cerco marxista tendré una de las alegrías más grandes de mi vida. Ello será pronto y con todas las garantías, para que en la marcha no sufran molestias ni corran riesgo alguno esas pobres señoras, a las que van mis saludos más respetuosos, y esos pobres niños a los que esa vida de privaciones y peligros servirá para templar sus almas en el sagrado amor a la Patria. iArriba los corazones y esperanza en la cercana liberación!. Andalucía entera late al unísono con ustedes. Todos ansían verles entre nosotros y en todos los labios hay una oración por la futura dicha. Espero que ustedes también la eleven a esa Virgencita de la Cabeza«…

La carta del General era sugerente en extremo. En primer lugar dejaba entender claramente que causas superiores a su voluntad. a las que tenía que someterse le habían impedido culminar la ansiada liberación. Esperaba, no obstante, que esta podría tener lugar en plazo breve; sus palabras sugerían que probablemente la próxima acción consistiría en una operación de las que en los Estados Mayores llaman de «dedo de guante«, consistente en llegar hasta nosotros para liberarnos, replegándose a continuación en una marcha rápida, que el General quería que fuera «sin molestias y sin riesgos» para la asendereada población no combatiente. Sin duda pretendía usar alguna de las fuertes columnas motorizadas destinadas a la conquista de Málaga, en su camino de vuelta hacia los frentes del Centro. Así lo había convenido con Franco. Por último nos hace ver que la cosa no dependía solo de él, y que convenía que rezásemos a la Virgen por el buen fin de sus proyectos. Ya no se fiaba de nadie.

Aunque con las experiencias vividas, las noticias no eran para entusiasmar ni mucho menos, sin embargo ¡qué remedio!, nos resignamos ante la nueva promesa de proceder a nuestro rescate entes de que finalizara el mes.

Cortés termina su parte correspondiente al 12 de enero diciendo: » Después la hago circular por las Secciones donde los hombres, dándoles a las palabras del General el verdadero alcance que tienen, se muestran satisfechos por las frases de elogio que nos dirige, y dispuestos a esperar resignadamente cuanto sea preciso con tal de que nos manden comida y no nos torture el fantasma del hambre. «

Pero en el Santuario seguimos pasando hambre y penalidades sin cuento durante las semanas siguientes.

Ahora, toda la capacidad operacional y combativa del Ejército del Sur está dirigida a la conquista de Málaga y su provincia. En el Santuario nos moríamos de hambre sin saber que en Sevilla por aquellas fechas había nada más y nada menos que 12 trimotores Savoia-81, de la Aviación Legionaria Italiana, entre otros. Pero debían estar ocultos para no despertar sospechas, aunque nosotros estuviéramos muriendo de hambre.

Con la noticia de la caída de Málaga, que nos llegó el día 9 de febrero, quedaban abiertas todas las posibilidades para los que estábamos en el Cerro. Pensábamos que nuestra liberación era cuestión de tan solo unos días: el tiempo necesario para concentrar las columnas en los nuevos puntos de partida para romper todos los frentes andaluces mediante la acción de aquellos veinte y tantos mil hombres que constituían ahora el Ejército de maniobra del General Queipo de Llano. O, si no quería Franco proseguir la conquista de Andalucía, no cabía duda, ¡no nos cabía duda a los del Santuario! de que dos o tres de aquellas columnas tan motorizadas – y tan perfectamente equipadas, podrían salvar en muy poco tiempo los escasos kilómetros que nos separaban del frente nacional para llevarnos con ellos.

Los días que transcurren entre el I0 y el 18 de febrero fueron sin duda alguna los más felices que pasó Cortés en el Santuario de Nuestra Señora la Virgen de la Cabeza. Los días 11, 12 y 13 de febrero realizó el Capitán Haya cinco servicios de abastecimiento al Santuario.

La fácil conquista de Málaga había espoleado el entusiasmo de Queipo de Llano, quien estimaba que con un pequeño esfuerzo podía culminarse en pocas semanas la conquista de toda Andalucía. El planteamiento era perspicaz, pues en definitiva se trataba de explotar la elevada moral de sus tropas y el derrotismo de las gubernamentales, entre las que había cundido el pánico más incontenible. Propuso el impetuoso General dos acciones simultáneas en las que entrarían en juego todas las fuerzas que intervinieron en la batalla de Málaga, más las dos Brigadas independientes llamadas «Flechas Azules» y «Flechas Negras«, que estaban situadas como reserva en el sector nororiental de sus frentes. Los vértices de ataque serían Murcia, por un lado, y Jaén por el otro, para liberar el Santuario de la Virgen de la Cabeza.

Queipo de Llano no era un hombre como mantuvo entonces Franco, que obnubilado por lo inmediato carecía de sensibilidad para lo que quedaba fuera de su restringida área de actividad; al contrario, es un análisis certero de la situación estratégica general lo que le llevaba a unas conclusiones perfectamente lógicas.

En aquél momento el interés de los nacionales estaba en anular para siempre al desmoralizado enemigo del Sur, como el de los republicanos estaba en atraer sus fuerzas al Centro. Unos y otros debían buscar la decisión en el terreno que les era propicio. Hacerlo en el que conviene a los contrarios era una solemne barbaridad, como demostraron cumplidamente las batallas del Jarama y Guadalajara.

Pero Franco, siguiendo una vez más una costumbre que se iba a hacer Ley, confunde el interés suyo personal con el nacional. No estaba dispuesto a que fuera el General Queipo de Llano quien se apuntara laureles militares semejantes a los que él había conseguido al frente del Ejército de Marruecos; ni estaba dispuesto a que el Virrey del Sur gobernara y dominara a su libre albedrío en aquellos primeros meses de la contienda casi el 18 % de la superficie total española y más del 35 % de lo que entonces era la Zona nacional. Así pues, ordena detener todo avance para consolidar, dice, e inmovilizar el frente andaluz. En vano insistió Queipo en la necesidad de golpear rápidamente y con audacia para sacar ventaja de una situación y de un frente en donde estaba asegurado el buen rendimiento. Franco se mantuvo inflexible. Hubo de tascar el freno Don Gonzalo pero pidió que, al menos, puesto que se disponía de fuerzas muy aptas para ello, por estar bien motorizadas, puesto que tenía empeñada su palabra y puesto que así estaba previamente acordado, no olvidemos aquel telegrama del 7.11.36, en que Franco le decía: «llegará el momento de descongestionar Córdoba y aproximarse defensores Santuario de nuestra Señora de la Cabeza, pero le anticipo que primeras operaciones han de tener objetivo ocupación total provincia de Málaga«, se montará una rápida operación para liberar al Santuario. Era la ocasión y el momento; quizá la primera y última clara que se le ofrecía de liberar a aquellos héroes que se encontraban el límite de su capacidad de resistencia.

Concedía Queipo que quizá las consideraciones sentimentales, morales y psicológicas no debieran, en buenos principios, anteponerse a la fría táctica militar. Pero el mismo Franco había dicho con respecto al Alcázar de Toledo que si alguna vez estaba justificado anteponer aquellas razones a los fríos conceptos tácticos, era en las Guerras Civiles. Arguyó Queipo que el solo nombre del Santuario abrasaba a toda Andalucía con el fuego del entusiasmo y que no era justo, ni siquiera político, dejar de socorrerlo cuando se disponía de los medios necesarios para hacerlo. Pero Franco se mantuvo inconmovible. Y, haciendo caso omiso de cuanto dijo el General Jefe del Ejército del Sur, dedicó sus capacidades de logística a transportar en dos semanas las fuerzas que habían intervenido en la conquista de Málaga desde Motril a Arcos de Jalón, a 800 kilómetros de distancia, dejando abandonado al Santuario y a Queipo una vez más sin fuerzas para operar.

Los defensores del Santuario de la Virgen de la Cabeza habían sido, final y definitivamente condenados a la desesperación y al sacrificio. (I) Comprenderíamos, aunque -nos costara trabajo aceptarla, esta decisión de Franco, si no existiera el precedente del Alcázar. Franco, cuando así le convino para sus intereses políticos, había encontrado argumentos para justificar el rescate del Alcázar, aún a costa de perder Madrid. ¿Por qué se tenía otra medida y otro rasero respecto el Santuario? Si los argumentos que se habían esgrimido en septiembre para justificar la liberaci6n del Alcázar, injustificable desde el punto de vista de la fría táctica militar se dieron por válidos en su día, ahora habría que aducir nuevos argumentos, pero contrarios, para justificar el abandono del Santuario. Si en septiembre de 1936 se habló de victorias morales y de las exigencias de las guerras civiles, más importantes que las exigencias puramente militares, habría ahora que justificar de alguna manera la actitud opuesta con respecto al Santuario, donde parece ser que el factor moral y todos los restantes factores, no pesaron ni un adarme. La solución, puesto que no se pudieron encontrar mejores razones, fue envolver al Santuario en un velo de silencio y olvido. Y no fue esto Io más grave, con serlo mucho, sino que posteriormente, ya terminada la Guerra Civil, una inconmensurable soberbia, unida a la actitud siempre sumisa de los fomentadores del culto a la personalidad, siguieron manteniendo el silencio en torno a la más dura y más hermosa Gesta de aquellos tres años apasionados, dolorosos y terribles. La ocultaban como se oculta una vergüenza, como se oculta una derrota. ¡Pero no es vergüenza ni derrota sufrir y morir por la Patria, como sufrieron, y murieron aquellos valientes! ¡La vergüenza es que la Patria, o al menos quienes pretendían encarnar su esencia, hayan pretendido olvidarlos! iPor que nunca nadie dio más y recibió menos a cambio!

(l) – Pocos meses después de la caída del Santuario, en octubre de 1937, escribía el General Queipo de Llano en el prólogo de un libro en el que se recopilaban los mensajes y heliogramas que cursara Cortés desde el Santuario, libro cuya edición fue requisada en la imprenta, por orden de Salamanca, las siguientes frases:

«Mi pensamiento no acertaba a vislumbrar circunstancias que hicieran posible tal empresa. Hubo, sin embargo, un momento en que llegué a creer que aquellas se presentarían, cuando después de la conquista de Málaga empezó a efectuarse la concentración de las tropas que en aquella operación habían tomado parte, en puntos convenientes para el desarrollo de otra, quizás más importante, cuyo estudio estaba hecho y aprobado. Cuando todo hacía creer que muy pronto habíamos de acometer la empresa que, como complemento, había de traer consigo la liberación del Santuario, razones que no he de examinar, ni a Io que tengo derecho, ocasionaron el rápido traslado de los Batallones que habían coadyuvado a la conquista de Málaga y que pensaba emplear también en la proyectada operación, a la provincia de Guadalajara, con lo que perdí por completo la esperanza de que aquellos héroes que luchaban bajo el mando del Capitán Cortés, pudieran ser liberados. ¡Cuántas horas, cuántos días pensaría en este asunto!«

Martos, noviembre de 2001.

Fdo.- Juan Pedro Cortés Camacho.