FHERVAS copia

En este mundo traidor,

Nada es verdad ni mentira:

Todo es según el color

Del cristal con que se mira.

 

Hace muchos años, en una aldea del centro de la China, un campesino dijo una frase magistral:

– Lo que parece bueno, puede ser malo; y lo que parece malo, puede ser bueno.

La relatividad de las cosas para este hombre, le hacía ser humilde en la gloria y fuerte en la desgracia. ¡Quién pudiera ser como aquél chino!

Nuestra cultura occidental, de estirpe helenística, tiende a procurar amplificarlo todo. Las tragedias griegas son espeluznantes y las victorias acarrean aniquilaciones épicas de los enemigos. Esto último se evidencia más entre las legiones romanas, dominadores del terror como arma política. Los alrededores de las ciudades estaban sembrados de crucificados, muchos de ellos semidevorados por las rapaces. Para los aqueos y dorios, saqueadores de los pacíficos cretenses, la crueldad es imprescindible para asentar la gloria, como para los egipcios, sumerios, etc. Y más modernamente, los árabes y hebreos exaltan su presencia a base de la proliferación de la muerte entre sus enemigos. Séneca, en el siglo I de nuestra era, ya lo definió a la perfección: “el que desprecia su vida es dueño de la tuya”.

Tal vez si los aqueos y dorios – de origen centroeuropeo y caucásico – no hubiesen bajado al mediterráneo, seríamos herederos de una cultura pacífica, donde en las ciudades no había murallas ni se utilizaba el metal. Esta cultura cretense – un matriarcado, probablemente – defendía, sobre todo, la felicidad, como nuestro chino. Y es que las mujeres, como bien dice el barón de Montesquieu (1689 – 1755) en “el espíritu de las leyes”, debieran gobernar la tierra, por ser mucho más tendentes a la piedad y defensoras de la vida que los hombres.

A la frase de séneca le falta un estribillo: “el que desprecia su vida es dueño de la tuya, pero ni puede ser feliz ni hacer feliz a persona alguna jamás”. La felicidad es la gran meta de las culturas orientales, en especial de la China. El Ta-Hio (el libro llamado del gran estudio o de la gran ciencia) de Confucio (Khung-fu-Tseu) basa la felicidad en la aceptación de las cosas, dando prioridad a la paz de espíritu y a la felicidad interior sobre las posesiones. Su discípulo Tseu-Sé nos orienta en su Chang Yung (libro del método) hacia esa búsqueda, mediante el retiro de las ambiciones mundanas, el estudio y la meditación (sin el estudio y la meditación, pocas cosas importantes se alcanzan). Lao Tsé, autor del libro del Tao (Tao-tê-King), es el gran inspirador de los lamas, con su doctrina del “no obrar”. A propósito de esto último, debemos recordar que cuando no podemos solucionar un problema, en muchas ocasiones se soluciona él solo, con el discurrir del tiempo.

La milicia es la antítesis de la defensa de la felicidad, pero a la vez es su más firme protectora, lo que nos lleva – una vez más – a la controversia de la vida de los seres humanos (si vis pacem, para bellum). Pero no hay otra manera, porque como decía Séneca, un enemigo dispuesto a morir es tu verdugo, si no acabas – antes de que te mate – con él. No has de matarlo, necesariamente, pero sí retirarlo de la circulación en un presidio y tratando de reeducarlo, cosas que muy pocas veces se logra (pero en fin, hay que intentarlo).

Este mundo está hecho un asco y solo se busca poseer, parecer, brillar. Pero casi nadie intenta ser feliz, porque al prójimo se le suele considerar un estorbo. En este sentido, la búsqueda de la compartición, como vía indiscutible hacia la felicidad, es el mejor recurso que tenemos. Mientras árabes, cristianos y judíos no sean capaces de convivir, su futuro será incierto. Porque en el improbabilísimo caso de que uno venciese, aparecerían disputas para el reparto y el final, sería aniquilarse los unos a los otros.

Esto mismo sucede con los nacionalistas. Por definición, todo lo que separa es malo e incluso – y sobre todo – destruye al promotor de dicha separación. Esto es una obviedad, pues nadie va a convertirse, a medio plazo, en esclavo de una casta injusta, como quieren los nacionalistas, que mienten con mucha soltura y agilidad, mientras quien debiera de haber tomado medidas hace varios años, contempla el grácil vuelo de la mariposa y ahora dice que no lo va a consentir (¡ahora…!, cuando el gran daño – que debería de haberse evitado – está hecho).

Lo que parece bueno puede ser malo y viceversa. Excepto en un par de casos: la Guardia Civil y el café. La primera, porque – como sus hechos indican – es benemérita y muy querida de las gentes honradas y en cuanto al café, está claro: un café malo jamás será bueno. Que se lo pregunten a cualquier currante matutino. Aunque si somos objetivos, vemos que lo que parece malo, puede ser bueno (a ver si se arreglan la constitución y la ley electoral de una puñetera vez), aunque lo que parece bueno, también puede ser malo (¿quién va a liderar el Partido Popular, usted señor Rajoy?).

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HERVAS

Francisco Hervás Maldonado

Coronel Médico en la reserva