UNA NUEVA ÉPOCA, ¿UNA NUEVA ESPAÑA?
Francisco Hervás Maldonado, Coronel Médico
Su Majestad el Rey, Don Juan Carlos I, ha abdicado en la persona de su heredero e hijo, el Príncipe de Asturias, futuro Felipe VI de España, si las cosas suceden tal como esperamos la mayoría de los españoles. Ello debe invitarnos a efectuar algunas reflexiones, pero sobre todo ha de llenarnos de ilusión por el futuro, pues ese futuro lo vamos a construir entre todos, bajo el liderazgo de un hombre muy bien preparado y con una especial sensibilidad hacia la unidad del pueblo español.
Yo tuve el honor de saludar al todavía Rey Juan Carlos I en dos ocasiones. La primera fue cuando me entregó mi despacho de Teniente Médico, a primeros de julio de 1978. Tras el acto, celebrado en las instalaciones de la entonces Escuela Politécnica del Ejército, donde nos juntamos médicos, veterinarios, jurídicos e interventores, se sirvió un vino español, en el que el Rey fue saludándonos uno a uno a todos los nuevos tenientes y nuestras familias. Allí le dijo el General Amaro, a la sazón director de la Academia de Sanidad, que en breve me iba a casar, ante lo que me sonrió y me felicitó dándome un abrazo, diciéndome en voz baja: “para torear y casarse, hay que arrimarse”. No era mal consejo. También para gobernar hay que arrimarse, y no dejar que las cosas se arreglen solas. La segunda vez fue a finales del pasado siglo, cuando se celebró el centenario de la creación del Hospital Militar Gómez Ulla, fundado por su bisabuela, María Cristina de Habsburgo y Lorena, Reina regente, tras la muerte del Rey Alfonso XII, de quien era su segunda esposa y madre de Alfonso XIII, hijo póstumo de Alfonso XII y rey desde la cuna. Allí fue un saludo más rápido, pues estábamos muchísimos. Además, en esta segunda ocasión le acompañaba la Reina Sofía.
La impresión que tengo de Don Juan Carlos I es que ha sido un hombre con dos grandes virtudes: una gran paciencia y una notable humildad, adornadas ambas de un grandísimo amor a España. Son estas dos virtudes propias de los grandes hombres. La soberbia, por el contrario, tan común en la mayoría de los líderes políticos, es un detalle de bajeza que produce rechazo y les suele llevar a estrellarse más pronto que tarde. La impaciencia es signo de inmadurez, de incapacidad para gestionar la cosa pública y de falta de ideas, cuando no torpeza.
Al todavía Príncipe de Asturias no he llegado a saludarlo, pero tengo la impresión de que posee igualmente esas dos grandes virtudes: paciencia y humildad. A eso hay que unir una especial preparación y gran capacidad de sacrificio. Yo estoy orgulloso de que vaya a ser nuestro Rey. Y no lo tiene fácil. En primer lugar por la pléyade de mangantes disfrazados de políticos. Pero es que hay varios iluminados que creen estar en posesión del séptimo arcano y la fórmula del éxito y felicidad (para sus bolsillos, naturalmente, aunque no lo dicen): los republicanos, que solo quieren quemar iglesias (con las mezquitas no se atreven, porque son bastante cobardes), hacerse con el dinero de los bancos y de quienes lo tengan (para crear
una élite marxista leninista llena de lujo y confort, como Hugo Chávez, Fidel Castro, etc.), esclavizar a la población (no van a pagar ellos servicio, por supuesto), lavar el coco de los niños, abortar con frenesí y arramplar con cualquier propiedad ajena. Son los chorizos de asedio verbal y de obra también. Hay otro hatajo de mangagurcios, disfrazados de nacionalistas e independentistas. Estos son todavía más peligrosos, pues solo quieren robar en el resto de España, mientras que en sus cortijos autonómicos, consienten que roben todos.
Y hay cosas que requieren una reforma urgente. Por ejemplo, la ley electoral, las Fuerzas Armadas, la Educación, la Sanidad e incluso la Constitución. Si se optara por una Constitución de tipo federal, habría que aprobar todos y cada uno de los estatutos federales en todo el territorio nacional y no solo en uno. Dos principios deben alimentar cualquier reforma constitucional: hemos de reforzar la unión en lo fundamental, aun admitiendo gestión diferenciada (eso sí: bajo vigilancia nacional; es decir, que cada ley “autonómica” ha de ser posteriormente refrendada por el parlamento nacional). Lo que yo no entiendo es el abuso de políticos e instituciones duplicadas e innecesarias, empezando por el Senado, siguiendo por las diputaciones y terminando por las empresas públicas y los asesores. Lo del Ayuntamiento de Madrid, en cuanto al número de asesores, es un escándalo, por poner un ejemplo, aunque hay tantos ejemplos que no pararíamos. Y luego viene el tema de los sindicatos. Yo no quiero pagar con mis impuestos a instituciones sindicales, ni creo que la inmensa mayoría de los contribuyentes quiera. El segundo tema de interés en una reforma constitucional es garantizar la libertad de los españoles. Esto, que parece una obviedad, actualmente no está garantizado. No se protege la libertad de pensamiento religioso, la libertad de enseñanza, la libertad de elección sanitaria, la libertad de empresa, la libertad de asociación en determinados colectivos (como los militares), la libertad de compra, etc.
Una nueva época se nos avecina. Es una época llena de golfos rampantes que quieren aprovechar la situación: “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Pero también hay buena gente. Son personas que no conocemos, gentes honradas y capaces, dispuestas a dar lo mejor de sí mismas en bien de nuestra querida España, de sus gentes, de sus pueblos y regiones, de sus riquezas y competencias, de sus posibilidades y capacidades. Me permito llamarle Majestad, tenemos una gran confianza en Usted. Su número, el seis – Felipe VI – es más que un número perfecto, pues la suma de sus divisores es igual al producto de los mismos y al mismo número: 1+2+3= 1x2x3= 6. La cábala no puede ser mejor. Esperemos que se cumpla.
Don Felipe, sepa Usted que tiene una magnífica Guardia Civil a su disposición, una Fuerzas Armadas que están orgullosas de su mando, una Policía Nacional llena de vida y dispuesta a trabajar por España. Majestad, estamos todos a sus órdenes. No tiene más que mandar lo que se necesite para el bien de España. Sabemos que nunca nos va a dar de lado. Usted es nuestra esperanza, nuestra ilusión y nuestro futuro.
Y los caídos en defensa de España, víctimas del terrorismo, le apoyan desde el Cielo, con la firmeza de su heroísmo.
Francisco Hervás Maldonado
Coronel Médico